La
antigüedad de nuestro Cristo de Burgos, se pierde en la noche de los tiempos,
sabida es la leyenda que dice que su autor fue Nicodemus, este San Nicodemo fue
un rico fariseo que conoció personalmente a Jesús, conversando con Él en
numerosas ocasiones, según nos relata el mismo San Juan en su Evangelio, y como
tal amigo de Jesús se comporta, junto a José de Arimatea, para ayudarle en el
camino de la cruz, siendo después, el propio Nicodemo quien se encarga de solicitar a Pilatos el permiso para desclavar a
Cristo y proceder a su entierro.
Así; que no
es de extrañar, que construyese un crucificado lo más parecido posible a quien
él había visto muerto en la cruz. Y así es, tal y como nos lo relata nuestro
paisano; el burgalés Padre Flórez, uno de los más críticos y exactos
historiadores, cuando en 1.747, en su obra “España Sagrada”, nos lo corrobora
con estas palabras:
-“Sobre
esto es lo más común decir que es obra de Nicodemus”.
Por otra parte está la Legenda Áurea, donde el Beato Jacopo della
Vorágine, obispo de Genova, quien en 1.250 nos da cuenta de unos hechos
producidos en el año 750, y donde pone en boca del anterior heredero del Santo
Cristo, un cristiano de Beirut, lo siguiente:
-“Esta
imagen del Señor fue hecha por Nicodemo, quien a su muerte la entregó a
Gamaliel; Gamaliel, poco antes de morir, la transfirió a Zaqueo; Zaqueo, a su
vez, la legó a Jacob, y Jacob a Simón, y Simón a otro, y así, sucesivamente, de
manera que hasta la destrucción de Jerusalén esta venerable efigie de Cristo
estuvo siempre en la ciudad y fue pasando de unos depositarios a otros.”
Y así estuvo hasta la invasión agarena, cuando sus propietarios, para
evitar que cayese en manos infieles, le ponen a buen recaudo del mar. De su
llegada a Burgos, es el Padre Enrique Flórez quien nos sigue dando noticia:
-“Un
mercader de Burgos, muy devoto de los agustinos de Burgos, pasó a Flandes. Les
pidió que le encomendasen a Dios en su viaje, ofreciendo traerles alguna cosa
preciosa. A la vuelta halló en el mar un cajón a modo de ataúd, que recogido y
abierto, tenía dentro de sí una caja de vidrio y en ella la soberana imagen del
crucifijo, de estatura natural, con los brazos sobre el pecho…”.
Y continua diciéndonos: -“Gozoso el mercader y acordándose de la
oferta que hizo a los agustinos, la cumplió, entregándoles el sagrado tesoro
que venía escondido en aquel arca, y dicen que al llegar se tocaron las
campanas del convento, solas, y por sí mismas”.
Desde entonces siempre estuvo en el Convento de San Agustín de Burgos,
produciendo innumerables milagros que serían muy prolijos de enumerar, y allí
estuvo, siendo muy visitado por los burgaleses y peregrinos hasta la
Desamortización de Mendizábal, cuando; expulsadas las Ordenes Religiosas, tuvo
que ser trasladado a la parte románica de nuestra catedral, donde permanece
desde entonces.
-“El
primor de la imagen es lo bien que representa lo imaginado. La figura, los
nervios y el llagado, todo está muy al vivo. Las carnes tan flexibles, que si
un dedo las comprime, bajan, y vuelven luego al natural. La cabeza se mueve al
lado que la inclinan; los brazos, si se quitan del clavo, caen al modo de los
del cuerpo humano. Los cabellos, las barbas y las uñas no están como pegados,
sino como nacidos”.
-“Este
Crucifijo suda, le crecen las uñas y el cabello [...] Confieso no haber visto
cosas parecidas en todos mis viajes por Francia, Países Bajos y Alemania”.
De su historia, no me sustraigo a relataros un par de anécdotas:
La primera es de nuestra Reina Isabel La Católica, quien enérgica y
decidida, pidió una escalera para aproximarse más al Santo Cristo y así
llevarse, para si, uno de los clavos que sostienen sus manos al madero, así lo
hizo, pero al arrancar la citada clavija, el brazo descendió, abrazándola, lo
que la hizo desistir, asustada y de inmediato, de tan azaroso intento.
La segunda
anécdota es de Gonzalo Fernández de Córdoba, aquel “Gran Capitán”, quien había
sido el terror de todos lo ejércitos europeos y ante cuya presencia temblaban
hasta los más bregados soldados, este mismo capitán quien con toda arrogancia y
osadía, se acercó a nuestro Cristo de Burgos, comprobando con su dedo que la
piel de la Divina Imagen se hundía y se recuperaba tras el dicho tacto, como si
de una persona real se tratara, lo que le hizo retroceder, sobrecogido por el
pavor, y diciendo: -“No queramos tentar a
Dios”.
La verdad es que seguiríamos hablando del Santo Cristo de Burgos,
durante horas, pero debemos de ir concluyendo, y lo haremos, considerando la
extensísima devoción que existe a este Cristo en diversas partes del mundo.
Así, os podemos indicar que existe culto al Santo Cristo de Burgos en:
-154 localidades de España y también en Portugal y en Italia,
-28 lugares de Suramérica, donde se le conoce, invariablemente como:
“Nuestro Señor de Burgos”,
-en Filipinas constan más de 5,
-y en otras diferentes
partes, aun concurren otras 23, que se sepa.
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