Después de aquellos sucesos gloriosos del 18 de Abril de 1808, (ver post: “El 2 de Mayo Burgalés”), la presión ejercida por el pueblo de Burgos, el hostigamiento de nuestros guerrilleros y el tener que atender a otras ofensivas, hacen que el 22 de Septiembre, los ejércitos napoleónicos abandonen nuestra población, lo que es acogido con grandes muestras de jubilo.
Pero el soberbio Napoleón, “el Rayo de la Guerra”, no podía admitir ni la derrota, ni que sus ejércitos perdiesen una plaza tan valiosa como Burgos, para ello -él mismo- con lo mejor de sus tropas se encamina hacia Burgos al objeto de reconquistarla, contando con el Cuerpo de Ejército I mandado por el General Victor, el II por Soult, el III por Monceytro, el IV al mando de Lefebvre y el VI por Ney, todo ello unido a la Guardia Imperial que manejaba el propio Bonaparte y la reserva formada por la División del General Merle.
La defensa de nuestra ciudad se encomendó a la Primera División del Cuerpo de Ejercito de Extremadura, cuyo mando supremo hacía poco que había recaído en el General D. Ramón Patiño, “Conde de Belveder”, a la sazón un joven inexperto de 32 años, personaje muy curioso, que en muy poquitos años había ascendido, por extraños méritos, de simple Guardia de Corps a General, siendo más experto en amoríos en los salones de la Corte Madrileña que en el mando militar.
Esta División estaba reforzada con el Batallón de Escolares de Benavente y el Provincial de Tuy, y en total se contaba con 6.069 infantes, 2.672 caballos, y un pequeño grupo de artillería con 4 piezas del Ejército de Galicia, la Infantería era comandada por el general D. José María Alós, y la Caballería estaba a las órdenes de D. Juan de Henestrosa, fuerzas a todas vistas insuficientes para enfrentarse a aquel potentísimo enemigo, por ello Belveder recibió ordenes expresas de establecer una defensa periférica de la ciudad desde los cerros que la circundan, esperando la llegada del Ejercito Inglés del general Blake que acudía en su auxilio.
Pero el soberbio Napoleón, “el Rayo de la Guerra”, no podía admitir ni la derrota, ni que sus ejércitos perdiesen una plaza tan valiosa como Burgos, para ello -él mismo- con lo mejor de sus tropas se encamina hacia Burgos al objeto de reconquistarla, contando con el Cuerpo de Ejército I mandado por el General Victor, el II por Soult, el III por Monceytro, el IV al mando de Lefebvre y el VI por Ney, todo ello unido a la Guardia Imperial que manejaba el propio Bonaparte y la reserva formada por la División del General Merle.
La defensa de nuestra ciudad se encomendó a la Primera División del Cuerpo de Ejercito de Extremadura, cuyo mando supremo hacía poco que había recaído en el General D. Ramón Patiño, “Conde de Belveder”, a la sazón un joven inexperto de 32 años, personaje muy curioso, que en muy poquitos años había ascendido, por extraños méritos, de simple Guardia de Corps a General, siendo más experto en amoríos en los salones de la Corte Madrileña que en el mando militar.
Esta División estaba reforzada con el Batallón de Escolares de Benavente y el Provincial de Tuy, y en total se contaba con 6.069 infantes, 2.672 caballos, y un pequeño grupo de artillería con 4 piezas del Ejército de Galicia, la Infantería era comandada por el general D. José María Alós, y la Caballería estaba a las órdenes de D. Juan de Henestrosa, fuerzas a todas vistas insuficientes para enfrentarse a aquel potentísimo enemigo, por ello Belveder recibió ordenes expresas de establecer una defensa periférica de la ciudad desde los cerros que la circundan, esperando la llegada del Ejercito Inglés del general Blake que acudía en su auxilio.
ESQUEMA ORIGINAL DE LA BATALLA DE BURGOS O DE GAMONAL
Mientras tanto los franceses avanzaban por la Bureba hacia Burgos, según orden del propio Napoleón fechada el día 8 de Noviembre de 1808 en su campamento de Cubo de Bureba. Tan solo la vanguardia formada por la División Mouton y la Caballería Ligera del General Lasalle reunía a 20.000 infantes y 4.000 caballos y había sido avistada ya en los altos de la Brújula, precedida de aquellos temibles lanceros polacos que se sabe habían vivaqueado pernoctando en Quintanavides. Detrás venía la División Bonnet acompañada de los aguerridos Dragones de Milhaud, “...que caminando al paso, parecían mas ir a una parada militar, que hallarse en una campaña militar...”.
El 9 de Noviembre de 1808, Belveder, desobedeciendo la orden de esperar a Blake, y en contra del criterio de los otros Generales de Carrera más expertos y veteranos, decide oponer batalla al ejercito de Napoleón y lo hace en el sitio menos aconsejable, pues despliega sus tropas en línea delante del actual monte de Gamonal, ya cerca de Villafría, situando la vanguardia de exploración y toma de contacto en las alturas de Rubena, y allí, al descubierto, expone sus hombres ante el mayor ejercito del mundo en la época, mientras la defensa inmediata de la ciudad se le encomienda a la mal armada y atemorizada población burgalesa.
Realmente la batalla debería llamarse de Villafría pues fue en términos de este pueblecito donde tuvo lugar, aunque la batalla como es obvio, era por recuperar Burgos, “Batalla de Burgos” tal y como consta en el propio cenotafio del emperador, bajo la cúpula de Los Inválidos de París junto con el nombre de sus principales campañas, igualmente inscrita en el Arco de Triunfo de París; donde Burgos –y no Gamonal como algunos creen- aparece cronológicamente entre las batallas de Le Boulou y Espinosa.
FOTOGRAFÍA DE LAS BATALLAS DEL ARCO DE TRIUNFO DE PARÍS,
(BURGOS EN LA ESQUINA SUPERIOR DERECHA)
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Al amanecer del día 10 sucedió la tragedia que era de suponer, solamente parte de la caballería francesa al mando de Lasalle, y algo de la infantería de Mouton, todos ellos comandados por Bessiers, fueron suficientes para derrotar a nuestro ejército.
La Batalla no llego a ser tal sino una horrenda derrota, pues a las 11 de la mañana ya unos pocos supervivientes huían en desbandada perseguidos por los franceses, algunos atravesando fugazmente el escaso caserío de Gamonal, donde los pocos lugareños que no se habían refugiado en Burgos les veían pasar sin poder socorrerles, mientras otros se retiraban por las riberas del Arlanzón para ponerse a salvo en Burgos.
BATALLA DE BURGOS POR PHILIP POTEAUX |
Tan solo las bizarras Guardias Wallonas (Guardias Españolas de Infantería de guarnición en Burgos), fueron capaces de aguantar estoicamente las sucesivas cargas de caballería, formando en cuadro, hasta quedar solamente 74 hombres vivos sin rendirse:
“El jefe accidental del Batallón, D. Vicente Genaro de Quesada, se mantuvo en su puesto esperando la muerte, y cuando algunos jinetes franceses se le acercaron exigiéndole la entrega de la espada, aún intentó defenderse, en cuya pelea heroica sacó fuera de combate a uno de los enemigos e hirió a otro, hasta que rendido de fatiga y acribillado de heridas, cayó casi exámine sin conocimiento, que no recobró hasta al ser curado en el hospital de sangre”.
“Henestrosa al frente de los Húsares, trata de contener el ataque, pero el desastre es total y desolado busca incesantemente a Belveder, al cual desde el inicio del ataque francés no ha vuelto a ver. Poco podría imaginarse aquél, que Belveder, a los primeros síntomas del desastre, había emprendido fugaz huida hacia Burgos, pensando sólo en su salvación, y desentendiéndose de la situación desesperada en que se hallaban sus hombres”.
“Al mando de los Granaderos Provinciales de Burgos se hallaba el joven teniente don Juan Díaz Porlier, que tan sólo con 20 años de edad, ha sido testigo de un nuevo descalabro de los ejércitos regulares españoles, la retirada a que se vió forzado, debió de ser perfectamente llevada a cabo, ya que aconsejado por el sargento de Granaderos, Amor Pisa, gran conocedor de aquellos parajes y de la protección que les podía brindar el terreno en aquella apurada situación, inician la marcha hacia los montes de Oca y el cauce del Alto Ebro".
GUARDIAS REALES WALLONAS
La Ciudad de Burgos, fue entregada al saqueo de los soldados de Napoleón: “Cogieron también como botín 2.000 sacas de lana merina, que vendida en Bayona produjo muchos millones”.
Una vez consolidada la situación, la noche del día 11 el Emperador entra en Burgos sin triunfalismos, reservando los fastos en honor de su hermano José Bonaparte que permanecía aún acantonado en Briviesca. Napoleón establece su Cuartel General y domicilio en el Consulado del Mar custodiado día y noche por su Guardia Personal de Mamelucos y desde aquí, el “Pequeño Cabo” (Le Petit Caporal), como le llamaban sus soldados o “El Gran Corso” como le apodaban los que le temían, dirige las campañas militares de ocupación del norte de la península.
De aquellos infaustos días es mejor no rememorar nada y mucho menos celebrarlo, en cualquier caso, es de agradecer la caballerosidad de los generales franceses que consiguieron la promesa de sus compañeros de que nuestra Catedral no fuese atacada y el rasgo del General Bessiers quien acudió al hospital a visitar y devolverle la espada al moribundo Comandante Quesada, que al frente de sus Guardias Españolas, fueron los únicos que demostraron una actitud heroica.
Nota) Una vez más la historia presenta coincidencias y hay que advertir -para evitar errores- que existe otra “Batalla de Gamonal” que se desarrolló en entre las provincias argentinas de Santa Fé y Buenos Aires el 02SEP1820.