miércoles, 31 de octubre de 2018

LOS AUTOBUSES URBANOS DE BURGOS



Venimos glosando episodios gloriosos de nuestra historia burgalesa, sin embargo, existen otros más recientes que tampoco deben ser pasados por alto ya que forman parte    de nuestro patrimonio histórico contemporáneo.  

En estas fechas de Octubre de 1952, llegaban a Burgos los dos primeros autobuses urbanos y aunque anteriormente habían existido ambiciosos proyectos como el de dotarnos de un tranvía, que como es sabido fueron infructuosos.




Posteriormente fueron utilizados los llamados “coches de línea”, que en su trayecto hacían parada en alguno de nuestros actuales barrios que por entonces aun eran pueblos, e incluso se llegó a utilizar de forma publica la llamada “diligencia militar”, una especie de ómnibus tirado por caballerías que unía el centro de Burgos con la Residencia de Oficiales y que era aprovechado en su trayecto por algunos vecinos.



Así pues, aquellos dos primeros Autobuses Urbanos como tales, llegaron a nuestra ciudad de la mano de la Caja de Ahorros Municipal y dentro de los servicios de esta entidad financiera estuvieron funcionando varios años, siendo, hasta no hace mucho tiempo, habitual en Burgos, que la gente se refiriera a ellos como “Los Autobuses de la Caja”, situación ésta que permaneció hasta que el Ayuntamiento fue capaz de crear su propio Servicio de Autobuses, traspasando parte del personal y unidades que venían prestando este cometido.


    LOS AUTOBUSES DE LA CAJA EN LA CALLE VITORIA




Aquellos dos primeros autobuses citados, como alguno aun tal vez recordará, habían llegado desde Inglaterra, por lo que aun tenían el volante a la derecha, y habían sido recogidos en el Puerto de Bilbao por Don Teodoro García Lara, padre de quien esto suscribe, y que por entonces era el Primer Inspector Jefe del Servicio de Autobuses Urbanos de Burgos.


DON TEODORO GARCÍA LARA, PRIMER INSPECTOR     JEFE DE LOS AUTOBUSES URBANOS DE BURGOS



 Las dos unidades fueron traídas por carretera a Burgos, en una complicada travesía dado que el desarrollo de marchas estaba conformado para el uso urbano, y aun teniendo que vencer serias dificultades climatológicas por el Puerto de Orduña, siendo conducido el primero de ellos por el citado Inspector Sr. García Lara.


Ya en Burgos, ambos vehículos fueron matriculados,  correspondiéndoles las matriculas de Burgos; 4.113 y 4.114, pasando de inmediato a realizar su primer servicio el Día de los Santos de 1952, en viajes continuos hasta el Cementerio de Burgos, tanta era la afluencia de viajeros que querían celebrar el novedoso servicio aunque alguno tal vez se quejara     del importe del trayecto, que quedaba fijado en una peseta.

 EL SEÑOR GARCÍA LARA DISPUESTO PARA CELEBRAR EL DÍA DE SAN CRISTOBAL DE 1953

jueves, 27 de septiembre de 2018

SAN ANTÓN Y BURGOS


TABLA GÓTICA DE SAN ANTÓN EN LA CATEDRAL DE BURGOS


El 17 de Enero, se celebra el día de San Antón, festividad ésta que desde antaño se ha conmemorado en la ciudad de Burgos y su provincia con singulares actos que pasamos a considerar.

Pero antes de continuar, lo primero será detenernos en la figura histórica del santo varón, venerado tanto en la iglesia católica como en las ortodoxas y quien es patrón de los animales irracionales, pero también de amputados, cesteros, cepilleros, carniceros, enterradores, porquerizos y de los afectados de epilepsia, y de ergotismo, o fuego de San Antón.
 
Nació en Heracleópolis, ciudad de Egipto, en el año 251 y fue el primer archimandrita o abad de los muchos eremitorios que se fundaron en el desierto egipcio allá por el año 300 de nuestra era. 

Su símbolo es la letra Tau griega, con la que remataba su bastón, aunque también pudiera ser la misma Tau egipcia, dada su procedencia, y que era símbolo de la inmortalidad, y por lo menos lo fue de longevidad ya que murió en 356, con la avanzada edad de 105 años, cosa totalmente inusual en su época.


Al ermitaño egipcio S Antón se le puede considerar como el primer monje de la cristiandad, allá por el año 300, se retiro como eremita al desierto.
 Siendo seguido por muchos discípulos como S. Pacomio o S. Atanasio, que fueron los fundadores de los primeros monasterios, todas estas casas reconocieron la autoridad de un solo superior, un abad o archimandrita, que no fue otro que el propio S. Antón, por lo que es considerado el fundador de la forma de vida cenobítica.
 
Pero S. Antón, podemos decir, que une, de alguna forma a la ciudad de Burgos, es decir, que le coge de punta a punta, ya que no hay que olvidar que esta fiesta se celebra desde los barrios de Gamonal y San Cristóbal, hasta los de Huelgas y el Hospital del Rey, lo mismo que en muchas localidades de nuestra provincia.

En Gamonal, es muy conocido, como la Cofradía de San Antón, desde hace más de 500 años, celebra a su patrón repartiendo titos, ascendiendo la cantidad repartida cada año, que en la actualidad se cifra en más de 20.000 raciones, teniendo su origen esta tradición en la necesidad de atención a los menesterosos, que desde un principio, fue parte de la regla fundacional de la Cofradía.

 REPARTIENDO LOS TITOS EN GAMONAL

Los titos, es una leguminosa, el “Lathyrus Sativus”, que también se la conoce en nuestras latitudes como yeros o francos y que aunque, en principio, está destinada al alimento del ganado en invierno, también sirvió como recurso proteico en la alimentación humana en tiempos de escasez.

 TITOS, YEROS O TAMBIÉN FRANCOS (con perdón)

Todo ello sin olvidar otra curiosa acepción de la palabra tito, como es la existencia de un núcleo étnico prerromano, se trata de los tittos, que con los arévacos, bellos y lusones ocuparon nuestras tierras burgalesas, antes de la llegada del imperio romano.

 Mientras en Gamonal se reparten los titos, en Huelgas se celebra la tradicional bendición de los animales, actualmente casi todos domésticos, mientras que en el barrio de San Cristóbal se conmemora con la matanza de un cerdo y la posterior degustación de sus productos.

BENDICIÓN DE LOS ANIMALES (racionale e irracionales), EN EL REAL MONASTERIO DE LAS HUELGAS

  Algo parecido ocurre en el inmediato pueblo de Renuncio, sito en el Alfoz de Burgos, donde la tradición se celebra con la bendición de panes y piensos y la rifa de un ejemplar porcino.

Mucho más al sur de nuestra provincia; en Milagros, se celebra “la Manda de San Antón”, una antañona tradición donde se subasta un sabroso lote de buenas viandas, con asistencia de autoridades y los cofrades de la Vera Cruz ataviados con capas, y donde cada oferta de la subasta es remarcada con un toque de esquila del alguacil.

Pero donde más significado cobra esta celebración; es en el antiguo Convento de San Antón, en Castrogeriz, fundado sobre el Camino de Santiago, en el antiguo palacio que allí tuvo el Rey Burgalés Pedro I, y donde se estableció la Orden de los Antonianos en este Real Xenodoquio, como sede del Comendador Mayor de la Orden.

 ROSETÓN CON LAS TAU,s
 
El hábito de la Orden era negro con una gran Tau azul sobre el pecho, la misma letra que aparece aun en los rosetones y cimeras de las ruinas del Convento y que posteriormente fue tomada por los Templarios, como signo.

Este convento de San Anton, cogió fama en toda Europa, pues era el único sitio donde se curaba el llamado “Fuego de San Antón, que no era otra cosa que el ergotismo, terrible enfermedad que asolaba Europa en los siglos X y XI, curación que se lograba tras largas ceremonias en las que se bendecía la Tau que se les imponía como escapulario, y se les daban otros remedios bendecidos, tales como: el Pan de San Antonio, el Vino santo, el Remedio de Fuego y las Campanillas del Santo.

Además, atendían con esmerada hospitalidad a todos los peregrinos jacobeos, incluso a los que pasaban de noche, para los que tenían dispuestas, bajo la protección del pórtico de la iglesia, unas alacenas de piedra en las que siempre se encontraban las necesarias provisiones para seguir el camino.

La Orden de San Antón se suprimió en 1789 y con la posterior Desamortización de Mendizábal el Convento quedó convertido en la ruina que hoy nos queda, como recuerdo de la importancia que San Antón tuvo en nuestra ciudad de Burgos y su provincia.

 RUINAS DEL CONVENTO DE SAN ANTÓN EN CASTROGERÍZ
 
La Fiesta de San Antón, siempre fue muy celebrada, y aun lo sigue siendo, y se considera que con ella; el 17 de Enero, se acaban las festividades de la Navidad, existiendo en nuestra paremiología el proverbio que nos lo recuerda: “Hasta San Antón las Pascuas son”.










jueves, 19 de julio de 2018

EL MORITO DE BURGOS



En la fachada norte del Edificio del Teatro Principal de Burgos, subido sobre un reloj bifaz desde 1887, está el “Morito”, ese entrañable niño de tez cetrina, aunque de marcados rasgos occidentales, que con una amable sonrisa, puntual exactitud y a golpe de carillón, viene marcándonos a los burgaleses nuestros aconteceres cotidianos y nuestro lugar de cita.

Se sabe; que en nuestro Alfoz de Burgos, en el vecino pueblo de Quintaortuño, existió una familia dedicada a la fundición de campanas, siendo uno de sus sucesores D. Lesmes Villanueva, quien ya en 1840, constaba como maestro relojero especializado en la construcción de relojes de torre con patente propia y cuya empresa llegó a ser la segunda de toda España en su genero, instalando más de cien relojes, tanto en toda España como en el extranjero.

Su hijo; D. Manuel Villanueva, destacado maestro relojero y orífice, continuando con el negocio familiar, se trasladó a Burgos donde patentó un sistema regulador que conseguía mayor exactitud de los relojes de torre, instalándose en 1887 en los bajos del edificio del Teatro Principal, donde como reclamo de su negocio colocó un reloj de dos esferas rematado por un tardón o pequeño autómata que tañería tanto los cuartos, como repicaría las enteras y al que pronto los burgaleses darían en llamar “El Morito”.

Continuó la familia Villanueva con el negocio relojero, siendo reconocidos en 1905 como “Proveedores de la Real Casa”, y ampliando su comercio con relojes de pared, despertadores, de bolsillo, así como artículos de joyería y óptica, y extendiéndolo después; primero a los gramófonos y después a los receptores de radiodifusión, momento en el que sobre la tienda se funda “Radio Castilla” e instalan en 1934 la primera megafonía de nuestra Catedral de Burgos, para continuar como óptica hasta ya muy avanzado el siglo XX.

Y ésta es –en resumidas cuentas- la historia de de este Manneken Pis Burgalés, no más pequeño que el de Bruselas, pero si menos famoso por ser más humilde como buen castellano, y que por lo menos no nos mea, como el otro, y que sigue tañendo con gusto los episodios ciudadanos, cuando no se convierte en Cupido, para hacerse cómplice de citas amorosas bajo el discreto resguardo de su sombrilla  campana.


Morito pititón,
del nombre virulí,
ha revuelto con la sal,
la sal y el perejil,
perejil, don,don,
perejil don,don,
las armas son,
del nombre virulí,
del nombre virulón

Al tío Tomasón,
le gusta el perejil
en invierno y en abril,
más con la condición,
perejil don, don,
perejil don, don,
la condición,
que llene el perejil
la boca de un lechón.

Se ufana Melitón,
un vago del lugar,
de jamás anís catar,
más cuando no le ven,
perejil, don, don,
perejil, don, don,
el remolón,
se toma sin chistar
un frasco de Chinchón.

Según diversas fuentes consultadas, la canción “Morito Pititón”, aunque conocida en toda España, es una canción popular de Burgos de las que se pueden definir como de rueda o de corro infantil.

La letra de su estribillo; sin sentido aparente, parece estar compuesta como si de un acertijo se tratara, como si alguien nos hubiese dejado un enigma a la posteridad para que tratásemos de descubrir el personaje.
Para ello nos da alguna pista: “Virulí y Virulón” parecen referirse a la virula o virola que es una pieza fundamental del mecanismo de un reloj mecánico,         mientras que “perejil, don, don,” bien pudiera ser la onomatopeya del sonido de las tres campanas del Morito al repicar.

Así pues; todo parece indicar que se está refiriendo a un reloj, un reloj de nombre “Morito”, y que sepamos, tan solo existe uno; el de Burgos.

Pero todo esto; no deja de ser más que una hipótesis que siempre me rondó la cabeza y que ahora aprovecho para intentar que algún folclorista la recoja e intente investigarla con mejor éxito.

TOQUES DE CAMPANA




En los pueblos y en las ciudades, antiguamente, la vida se regía por los diversos toques de campana que efectuaba el sacristán o el campanero, si lo había, y servían tanto para anunciar un determinado culto que iba a comenzar en la Iglesia como para avisar de alguna tarea sobrevenida a realizar por los vecinos, como pudiera ser apagar un incendio. A continuación especificaremos algunos de ellos:

Tocar al alba: Se realizaba al salir el sol, y se daban sobre diez toques de campana, al fin de avisar a los vecinos la conveniencia de abandonar el lecho y comenzar las faenas cotidianas.

Tocar a maitines: Toque al amanecer para avisar de los rezos que debían efectuarse a aquellas horas.

Tocar a las horas: En algún pueblo se daba un toque cada hora, con un número determinado de campanadas según la hora que era, era lo bastante lento como para poder contar las campanadas.

Tocar a Misa: Llamar a Misa tanto los Domingos y fiestas de guardar como cuando hay alguna desacostumbrada, (véase dar las terceras). Se podían considerar tres tipos de misa: diaria, con un toque largo efectuado por una campana sola, misa dominical, que se anunciaba volteando una o más campanas, misa festiva con volteo de todas las campanas y repique.

Tocar a alzar a ver a Dios: En algún pueblo se daba este toque durante la consagración, aunque lo normal era tocar la campanilla cuando el sacerdote levantaba el cáliz y después cuando se arrodillaba.

Tocar a oraciones: En alguna otra localidad se solía recordar con este toque las diferentes rezos a realizar a lo largo del día.

Tocar al Ángelus: Era un toque breve de una sola campana que tañía doce veces para indicar la hora de las doce del mediodía, se llamaba a oración a los vecinos para recordar el misterio de la Encarnación y homenaje a la Virgen María.

Tocar a mediodía: Unas veces a las doce y otras a la una, se tocaba la campana para avisar a los vecinos de que ya era hora de dejar la labor e ir a casa a comer.

Tocar a muerto: Toque cuando había muerto algún vecino del pueblo, se solía tocar cada hora del día, hasta el comienzo del funeral y el último toque se efectuaba en el momento de dar tierra al difunto. Este era un toque lento donde se alternaban la campana aguda con la grave, en algunos sitios las llamaban “la macho y la hembra”.

Tocar clamores: Toque que se daba al terminar el de muertos para diferenciar quien había fallecido; si se daba una sola campanada, (clamor), el difunto era un hombre, mientras que si se daban dos toques se trataba de una mujer.

Tocar a Gloria: Para esto hay tres posibilidades; la primera es de cuando muere un niño o una niña, caso en el que se daban tres clamores, era un toque festivo, pues se consideraba que el niño era un alma pura, que no le había dado tiempo a pecar, por lo que entraba en el cielo inmediatamente. Por otra parte era un toque de todas las campanas repicando que se efectuaba el Sábado Santo, cuando se consideraba y festejaba que había resucitado Cristo. Y la tercera opción con volteo de todas las campanas y repique, era cuando venía el Arzobispo, o se entronizaba a un nuevo Papa.

Tocar a las ánimas: Toque de los días 1 y 2 de Noviembre; Día de los Santos y Día de difuntos, por la noche, los mozos se encargaban de tocar a muerto, cada dos horas, durante toda la noche, hecho este que se repetía a los ocho días.

Tocar a procesión: En este caso se volteaban todas las campanas desde que la imagen del santo sale de la iglesia hasta que regresa, el sonido de las campanas se entremezcla con el de los cohetes y la música que acompaña a la procesión.

Tocar a vísperas: Se volteaban las campanas al atardecer, para anunciar que al día siguiente era una fiesta importante, o la fiesta mayor del pueblo, para que las gentes preparasen y limpiasen la plaza para el baile y las calles, sobre todo por donde había de pasar la procesión, a veces el volteo terminaba, cada vez, con repiques intermitentes. Otro toque de vísperas era el de oración al atardecer, se trataba de un toque corto de una campana sola.

Tocar a gordo: Se decía por los mozos cuando habia que tornear todas las campanas con motivo de Día de Fiesta.

Tocar a Rosario: Durante el mes de Mayo (mes de María, o de las flores), durante la Cuaresma y en Noviembre, (mes de difuntos), era normal convocar a los vecinos a la iglesia para rezar el rosario, toque este que solía coincidir con el de vísperas para rezar.

Tocar a Viático: Este era un toque lento de una campana, que se efectuaba cuando el cura con el monaguillo se dirigían a la casa de un moribundo portando el Santísimo, aunque, a veces era tan solo acompañado por el toque de campanilla del acolito, en cualquier caso la gente se arrodillaba a su paso.

Tocar a Concejo: En los pueblos; cuando el Alcalde quería reunir a los vecinos para tratar o informales de algún asunto, se daba un toque rápido y corto de campana, no así en las ciudades, como en Burgos, que aquí salían los timbaleros al balcón del Ayuntamiento a tocar sus clarines, (ver tocar a concejo y los timbaleros de la ciudad de Burgos).

Tocar a perdido: Cuando se temía que alguno se había extraviado de noche, se volteaba intermitentemente una campana para ayudarle a localizar el pueblo, por el sonido, el mismo toque se hacía cuando había niebla o nevadas.

Tocar a rebusco: Este toque era para señalar a todos que ya se había acabado de vendimiar, por lo que se les autorizaba a que entrasen a las viñas a rebuscar los racimos que se hubiesen quedado en las cepas.

Tocar a bueyada: Era un toque corto de una campana, y al terminar este se indicaba con uno, dos, o tres campanadas, el término donde podían ir a pastar las parejas de bueyes al día siguiente.

Tocar a rebato: Se trataba de un toque de alarma, para señalar o prevenir de un peligro, era un toque rápido y alarmante de una campana con el que se traba de congregar a los vecinos para responder a la peligrosa eventualidad.

Tocar a quema: Este era un toque de campana largo y rápido, convocando a acudir al incendio para apagarlo, y al oírlo, los vecinos, todos, se acercaban provistos de calderos para hacer la cadena de transporte de agua, mientras que si el humo se divisaba en el monte, solo acudían los varones provistos de hachas.

Tocar a tentenublo: Este toque se efectuaba con todas las campanas a su máxima potencia, para tratar de parar con su sonido una tormenta y así diluir los granizos o rayos que pudieran descargar. El sonido de las campanas se solían acompañar con unas letrillas: “Tente, nublo, / tente tú ,/ que Dios puede / más que tú”. O esta otra: “Tente nublo, / tente tu, / tente, / tente, / que no mates a la gente, / que no mates al pastor, / que no mates las ovejas de San Antón”.

Tocar a yelo: Tocar a hielo, para evitar las heladas que pudieran aniquilar los campos y sembrados.