En la
fachada norte del Edificio del Teatro Principal de Burgos, subido sobre un
reloj bifaz desde 1887, está el “Morito”, ese entrañable niño de tez cetrina,
aunque de marcados rasgos occidentales, que con una amable sonrisa, puntual
exactitud y a golpe de carillón, viene marcándonos a los burgaleses nuestros
aconteceres cotidianos y nuestro lugar de cita.
Se sabe;
que en nuestro Alfoz de Burgos, en el vecino pueblo de Quintaortuño, existió
una familia dedicada a la fundición de campanas, siendo uno de sus sucesores D.
Lesmes Villanueva, quien ya en 1840, constaba como maestro relojero
especializado en la construcción de relojes de torre con patente propia y cuya
empresa llegó a ser la segunda de toda España en su genero, instalando más de
cien relojes, tanto en toda España como en el extranjero.
Su hijo; D. Manuel Villanueva, destacado maestro
relojero y orífice, continuando con el negocio familiar, se trasladó a Burgos
donde patentó un sistema regulador que conseguía mayor exactitud de los relojes
de torre, instalándose en 1887 en los bajos del edificio del Teatro Principal,
donde como reclamo de su negocio colocó un reloj de dos esferas rematado por un
tardón o pequeño autómata que tañería tanto los cuartos, como repicaría las
enteras y al que pronto los burgaleses darían en llamar “El Morito”.
Continuó la familia Villanueva con el negocio
relojero, siendo reconocidos en 1905 como “Proveedores de la Real Casa”, y
ampliando su comercio con relojes de pared, despertadores, de bolsillo, así
como artículos de joyería y óptica, y extendiéndolo después; primero a los
gramófonos y después a los receptores de radiodifusión, momento en el que sobre
la tienda se funda “Radio Castilla” e instalan en 1934 la primera megafonía de
nuestra Catedral de Burgos, para continuar como óptica hasta ya muy avanzado el
siglo XX.
Y ésta es –en resumidas cuentas- la historia de de
este Manneken Pis Burgalés, no más pequeño que el de Bruselas, pero si menos
famoso por ser más humilde como buen castellano, y que por lo menos no nos mea,
como el otro, y que sigue tañendo con gusto los episodios ciudadanos, cuando no
se convierte en Cupido, para hacerse cómplice de citas amorosas bajo el
discreto resguardo de su sombrilla
campana.
Morito pititón,
del nombre virulí,
ha revuelto con la sal,
la sal y el perejil,
perejil, don,don,
perejil don,don,
las armas son,
del nombre virulí,
del nombre virulón
Al tío Tomasón,
le gusta el perejil
en invierno y en abril,
más con la condición,
perejil don, don,
perejil don, don,
la condición,
que llene el perejil
la boca de un lechón.
Se ufana Melitón,
un vago del lugar,
de jamás anís catar,
más cuando no le ven,
perejil, don, don,
perejil, don, don,
el remolón,
se toma sin chistar
un frasco de Chinchón.
Según diversas fuentes consultadas, la canción “Morito
Pititón”, aunque conocida en toda España, es una canción popular de Burgos de
las que se pueden definir como de rueda o de corro infantil.
La letra de su estribillo; sin sentido aparente,
parece estar compuesta como si de un acertijo se tratara, como si alguien nos
hubiese dejado un enigma a la posteridad para que tratásemos de descubrir el
personaje.
Para ello nos da alguna pista: “Virulí y Virulón”
parecen referirse a la virula o virola que es una pieza fundamental del
mecanismo de un reloj mecánico, mientras
que “perejil, don, don,” bien pudiera ser la onomatopeya del sonido de las tres
campanas del Morito al repicar.
Así pues; todo parece indicar que se está refiriendo a
un reloj, un reloj de nombre “Morito”, y que sepamos, tan solo existe uno; el
de Burgos.
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