La Representación Municipal Tradicional de la Ciudad de Burgos suele encabezarse por “Los Gigantillos de Burgos”, figuras de unos dos metros y medio de altura, que desfilando airosamente al ritmo que marca el “Pitero” con su pito y tamboril, representan a una grotesca pero simpática pareja de alcaldes serranos vestidos a la antigua usanza típica castellana.
Su rancia alcurnia desciende por vía directa de aquellas “tarascas y gigantillas” de las que ya hay noticias en 1242. Desde aquellas excéntricas efigies primitivas fueron adquiriendo el solemne abolengo representativo de nuestro patrimonio cultural solariego que hoy ostentan.
El Gigantillo lleva las características capa parda y faja roja, “sombrero castellano de velludo” y la vara representativa de su autoridad.
La Gigantilla va de elegante jubón recubierto por su mantón bordado, “chambra blanca”, amplia falda de percal con estampado de florecitas, delantal negro, pendientes y collar de gruesas bolas rematado en una cruz de plata, un ramo de flores en la mano y un coqueto ramillete en su escote, mientras que su “particular belleza” se ve realzada por un elegante repeinado con el típico “moño de picaporte” y su amplia sonrisa se ve aderezada con una graciosa verruga no desprovista de vello. En ocasiones se la engalana con su vestido de burgalesa.
Mientras que él transita tieso y grave, ella anda donairosa con salerosos contoneos celebrados por el público. En determinados momentos ejecutan sus danzas vernáculas donde la Gigantilla gira vertiginosamente dejando ver su elegante lencería con encajes hasta la rodilla.
El único Pitero que les acompaña viste de sobrio traje negro con sombrero de ala ancha rodeado de una larga cinta roja que termina a media espalda rematada de flecos dorados. Con inusitada habilidad pulsa el pito con la mano derecha de cuyo antebrazo cuelga el tamboril que redobla con la izquierda.
El único Pitero que les acompaña viste de sobrio traje negro con sombrero de ala ancha rodeado de una larga cinta roja que termina a media espalda rematada de flecos dorados. Con inusitada habilidad pulsa el pito con la mano derecha de cuyo antebrazo cuelga el tamboril que redobla con la izquierda.
Una de sus danzas autóctonas y ancestrales son “las mochadas” donde la pareja baila con las cabezas juntas, proviene esta danza de la antigua costumbre -que ya no se practica- de sorprender a los incautos con golpes en sus cabezas por parte de la de los gigantillos, al respecto el pueblo se inventó una coplilla para acompañarla al son del pito y tamboril:
Currucú, currucú, muchachillos,
que os cogen Los Gigantillos,
que os cogen a la descuidada
y os dan una fuerte mochada.
Mientras que otra tonadilla popular nos aclara aspectos de su relación marital:
“La Gigantilla es hembra
del Alcalde Mayor;
pero todos por dentro,
pero todos por dentro,
parecen un farol”.
Por si hubiera lugar a dudas.
1 comentario:
Buenas noches, Yagüe Garcés:
Espero que me des permiso para enlazar esta entrada tuya en mi blog.
¡GRACIAS!.
Saludos.
Publicar un comentario