sábado, 26 de enero de 2019

EL SANTO CRISTO DE BURGOS






La antigüedad de nuestro Cristo de Burgos, se pierde en la noche de los tiempos, sabida es la leyenda que dice que su autor fue Nicodemus, este San Nicodemo fue un rico fariseo que conoció personalmente a Jesús, conversando con Él en numerosas ocasiones, según nos relata el mismo San Juan en su Evangelio, y como tal amigo de Jesús se comporta, junto a José de Arimatea, para ayudarle en el camino de la cruz, siendo después, el propio Nicodemo quien se encarga de solicitar a Pilatos el permiso para desclavar a Cristo y proceder a su entierro.

Así; que no es de extrañar, que construyese un crucificado lo más parecido posible a quien él había visto muerto en la cruz. Y así es, tal y como nos lo relata nuestro paisano; el burgalés Padre Flórez, uno de los más críticos y exactos historiadores, cuando en 1.747, en su obra “España Sagrada”, nos lo corrobora con estas palabras:
-“Sobre esto es lo más común decir que es obra de Nicodemus”.

Por otra parte está la Legenda Áurea, donde el Beato Jacopo della Vorágine, obispo de Genova, quien en 1.250 nos da cuenta de unos hechos producidos en el año 750, y donde pone en boca del anterior heredero del Santo Cristo, un cristiano de Beirut, lo siguiente:
-“Esta imagen del Señor fue hecha por Nicodemo, quien a su muerte la entregó a Gamaliel; Gamaliel, poco antes de morir, la transfirió a Zaqueo; Zaqueo, a su vez, la legó a Jacob, y Jacob a Simón, y Simón a otro, y así, sucesivamente, de manera que hasta la destrucción de Jerusalén esta venerable efigie de Cristo estuvo siempre en la ciudad y fue pasando de unos depositarios a otros.”

Y así estuvo hasta la invasión agarena, cuando sus propietarios, para evitar que cayese en manos infieles, le ponen a buen recaudo del mar. De su llegada a Burgos, es el Padre Enrique Flórez quien nos sigue dando noticia:
-“Un mercader de Burgos, muy devoto de los agustinos de Burgos, pasó a Flandes. Les pidió que le encomendasen a Dios en su viaje, ofreciendo traerles alguna cosa preciosa. A la vuelta halló en el mar un cajón a modo de ataúd, que recogido y abierto, tenía dentro de sí una caja de vidrio y en ella la soberana imagen del crucifijo, de estatura natural, con los brazos sobre el pecho…”.

Y continua diciéndonos: -“Gozoso el mercader y acordándose de la oferta que hizo a los agustinos, la cumplió, entregándoles el sagrado tesoro que venía escondido en aquel arca, y dicen que al llegar se tocaron las campanas del convento, solas, y por sí mismas”.

Desde entonces siempre estuvo en el Convento de San Agustín de Burgos, produciendo innumerables milagros que serían muy prolijos de enumerar, y allí estuvo, siendo muy visitado por los burgaleses y peregrinos hasta la Desamortización de Mendizábal, cuando; expulsadas las Ordenes Religiosas, tuvo que ser trasladado a la parte románica de nuestra catedral, donde permanece desde entonces.

De su aspecto diremos que su efigie es tan real que hasta no hace muchos años había quien aseguraba que se trataba de un autentico cuerpo humano incorrupto, y vuelve a ser el Padre Flórez quien aún nos da más detalles:
-“El primor de la imagen es lo bien que representa lo imaginado. La figura, los nervios y el llagado, todo está muy al vivo. Las carnes tan flexibles, que si un dedo las comprime, bajan, y vuelven luego al natural. La cabeza se mueve al lado que la inclinan; los brazos, si se quitan del clavo, caen al modo de los del cuerpo humano. Los cabellos, las barbas y las uñas no están como pegados, sino como nacidos”.

Como nos dice el historiador tiene la barba y el pelo reales y las uñas naturales, tanto es así que hasta hace no mucho se creía en Burgos, que le crecían y que había un miembro del cabildo con la misión de arreglarle los cabellos y la barba, y recortarle las uñas una vez al mes. Todo ello expresado por quienes se acercaban lo suficiente como para poder comprobarlo, ahora es un peregrino llamado Jaime Sobieski, tal vez de origen ruso, quien nos afirmaba con asombrosa confianza:
-“Este Crucifijo suda, le crecen las uñas y el cabello [...] Confieso no haber visto cosas parecidas en todos mis viajes por Francia, Países Bajos y Alemania”.

De su historia, no me sustraigo a relataros un par de anécdotas:


La primera es de nuestra Reina Isabel La Católica, quien enérgica y decidida, pidió una escalera para aproximarse más al Santo Cristo y así llevarse, para si, uno de los clavos que sostienen sus manos al madero, así lo hizo, pero al arrancar la citada clavija, el brazo descendió, abrazándola, lo que la hizo desistir, asustada y de inmediato, de tan azaroso intento.

La segunda anécdota es de Gonzalo Fernández de Córdoba, aquel “Gran Capitán”, quien había sido el terror de todos lo ejércitos europeos y ante cuya presencia temblaban hasta los más bregados soldados, este mismo capitán quien con toda arrogancia y osadía, se acercó a nuestro Cristo de Burgos, comprobando con su dedo que la piel de la Divina Imagen se hundía y se recuperaba tras el dicho tacto, como si de una persona real se tratara, lo que le hizo retroceder, sobrecogido por el pavor, y diciendo: -“No queramos tentar a Dios”.


La verdad es que seguiríamos hablando del Santo Cristo de Burgos, durante horas, pero debemos de ir concluyendo, y lo haremos, considerando la extensísima devoción que existe a este Cristo en diversas partes del mundo.
Así, os podemos indicar que existe culto al Santo Cristo de Burgos en:
-154 localidades de España y también en Portugal y en Italia,
-28 lugares de Suramérica, donde se le conoce, invariablemente como: “Nuestro Señor de Burgos”,
-en Filipinas constan más de 5,
-y en otras diferentes partes, aun concurren otras 23, que se sepa.