sábado, 20 de diciembre de 2008

LA PASCUALA

Allá por los principios del pasado siglo XX existía en Burgos un grupo de amigos, algunos industriales y otros artesanos, que solían reunirse cada día -al mediodía- para compartir un rato y tomarse unos “dieces” de clarete en aquel afamado Bar Restaurant que a su nombre regía la Hija de Iturriaga al final de la C/ Santander o principios de la Avª. del Cid, según se vea.

Dicen que un Primero de Año, para celebrarlo, se pusieron a entonar -se supone que ellos también “entonados”- una letrilla entonces en boga de una obra de las denominadas del “género chico”: “La Pascuala”.
Dado el éxito obtenido entre la concurrencia decidieron repetirlo cada año en tan significada fecha, así nació esta tradición donde los descendientes de aquellos primeros “Pascuales” seguimos celebrando esta “Pascua secular”.

Uno de aquellos iniciadores de esta raigambre fue el Señor Don Benito García Valdivielso, “El Berzero”, abuelo paterno de quien esto suscribe, quien fue persona que por su proverbial simpatía, agudo ingenio, buen humor, fácil conversación y campechanía supo granjearse la amistad tanto de las clases mas humildes como la de intelectuales y autoridades. En la cuadra de su casa sita en la actual Pzª. de España se fundó la ya centenaria “Unión Artesana”, decana de las Sociedades de Burgos.

Aquel local original de la Hija de Iturriaga fue después el Bar “Nervión” y en la actualidad lo ocupa una “Caixa” de Ahorros por lo que cada uno de Enero nos seguimos reuniendo, ahora en el Bar “Boston” del otro lado de la calle, y allí, venciendo la resaca de rigor, con toda pompa y ceremonia seguimos cantando La Pascuala como recuerdo y homenaje a nuestros antecesores y bienvenida al Año Nuevo.

EN LA CASA QUE SE VISLUMBRA AL FONDO ESTUVO SITO EL BAR-RESTAURANT DE LA HIJA DE ITURRIAGA

El ritual siempre es el mismo: alguien se sube en una silla, golpea una copa para requerir atención y después de una breve alocución nos invita a cantar; primero tarareamos, por dos veces, las primeras notas del Himno a Burgos para a continuación lanzarnos con La Pascuala que dice así:

Es la Señora Pascuala,
una mujer que asusta,
por cualquier cosa se enfada
y nada le gusta.

A una mujer como esa.
yo nunca la conocí,
por eso al pobre marido,
le dicen así:

¡Daala, daala,
que es una cosa muy maala
¡daala, daala,
que hay que acabar de una vez,
“pa” que no sea soez,
La Pascuaala.

El otro día estando en misa,
le salto dos “envergüenzas”,
“y” al padre Cobisa,
todos los feligreses,
agrupados en montón,
al sacristán le gritaban
con indignación:

¡Daala, daala,
que es una cosa muy maala
¡daala, daala,
que hay que acabar de una vez,
“pa” que no sea soez,
La Pascuaala.

¡VIVA LA PASCUALA!

Como se ve, hoy en día la letra no sería “políticamente correcta”, sin embargo, en aras de la tradición tanto mujeres como hombres la cantamos en tono festivo sin pararnos en más consideraciones, denostando previamente cualquier tipo de maltrato.

Hay que aclarar que no se trata de una “peña” como mucha gente piensa y que los asistentes ni tan siquiera nos conocemos entre nosotros en muchos casos, siendo ésta la única ocasión en que nos reunimos, teniendo que sortear a los otros asistentes que acuden al reclamo de la generosa colación que los amables dueños del “Boston” ofrecen a la concurrencia.

sábado, 6 de diciembre de 2008

LA MEJOR INFANTERÍA DEL MUNDO

II (DE LA EDAD MODERNA A LA ACTUALIDAD)

nota) viene de I (PREHISTORIA, EDAD ANTIGUA y MEDIA )



En 1517 el joven Emperador Carlos I (nieto de los Reyes Católicos) desembarca en el puerto castellano de Laredo para dirigirse a Burgos, -la “Cabeza de Castilla”-, a hacerse cargo del Reino de su inhabilitada madre la Reina Juana I. Con él se reúne el mayor Imperio que hayan conocido los siglos, aquel en el que nunca se ponía el sol.

Con él se distinguen los Tercios Españoles de Infantería, la fuerza necesaria para mantener tan dilatados dominios. Tuvieron que operar primero en Italia; “Los Tercios Viejos de Italia” y después los llamados “Tercios Nuevos de Flandes” extendieron su acción a toda Europa, Estado Pontificio incluido.
En las campañas de Flandes, aunque nunca fueron batidos, sufrieron innumerables bajas, llegándose a hacerse populares entre ellos aquellos versos que declamaban ufanos en las tabernas:



España mi natura,
Italia mi ventura,
¡Flandes mi sepultura!





Su creador había sido D. Gonzalo Fernández “El Gran Capitán”, ilustrado hombre renacentista capaz de inventar una nueva estrategia y organización militar de la que se derivan todos los ejércitos actuales, (como ejemplo baste decir que los diferentes empleos: General, Coronel, Capitán, Sargento, etc., hoy en día utilizados en todos los ejércitos del mundo son creación española).
Fernando de Aragón, cometiendo sin duda un fallo diplomático, llegó a exigir cuentas al Gran Capitán de los gastos de la Campaña de Nápoles, siendo altaneramente contestado por este en los siguientes términos conocidos como "Las Cuentas del Gran Capitán:
“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados."








RENDICIÓN DE BREDA POR DIEGO VELAZQUEZ


Su estructura organizativa va variando a lo largo de los tiempos, llegando en los tiempos de los Tercios Nuevos a componerse cada uno de: Un Maestre de Campo como jefe superior del Tercio del que dicha unidad recibía su nombre: “Duque de Alba”, “Don Juan de Austria”, “Don Alejandro Farnesio”, etc.,y que era nombrado por el Rey, como segundo jefe le acompañaba un Sargento Mayor. Cada Tercio contaba con 12 Compañías (10 de Piqueros y 2 de arcabuceros), cada cuatro de estas compañías (lo que hoy sería un Batallón) se llamaba Coronelía y estaba mandada por un Coronel, y cada compañía solía tener entre 250 y 300 hombres.

Los Sargentos que mandaban sobre 30 hombres iban armados de la “sargenta”, una alabarda que les distinguía y los soldados además del arma correspondiente siempre llevaban su espada toledana de taza y atrás, atravesada al cinto, una daga. Los piqueros se dividían en: “picas secas” y “picas armadas”, los primeros tan solo se protegían por el típico “morrión” y el “coselete”, mientras que los segundos llevaban armadura completa. Los arcabuceros y mosqueteros se distinguían por su chaleco de cuero y colgando de su bandolera llevaban los saquetes de pólvora y las balas de plomo.





MOSQUETERO DE LOS TERCIOS DE FLANDES


Castilla fue la que mas soldados aportó a los Tercios, el alistamiento era voluntario e indefinido y cuando el Capitán encargado del reclutamiento desplegaba su bandera en el lugar acostumbrado, hasta él llegaban multitudes de aspirantes, desde labriegos hasta nobles, deseosos de ventura.

Estos bizarros nuevos infantes estaban aun imbuidos del espíritu caballeresco de los peones medievales, su preponderancia y prestigio fue tal que se encuentran recogidas anécdotas como aquella en que toda una gran ciudad se rindió a un solo infante que llegaba a la muralla, lo que les llenaban del orgullo y gallardía necesarios para desarrollar su oficio, sin embargo dentro de sus unidades demostraban una gran disciplina, humildad y sobre todo silencio.

La etimología latina de infante (infans-antis) nos indica que es “el que no habla”, a los soldados de los tercios les gustaba el silencio y desde luego no admitían el griterío de otras tropas y ni tan siquiera el de sus jefes. Pedro Calderón de la Barca, genio de nuestras letras y Soldado de la Infantería Española así lo expone en uno de sus versos:

Estos son españoles. Ahora puedo
hablar, encareciendo estos soldados,
y sin temor; pues sufren a pie quedo,
con un semblante, bien o mal pagados.

Nunca la sombra vil vieron del miedo,
y aunque soberbios son, son reportados;
todo lo sufren en cualquier asalto,
sólo no sufren, que les hablen alto.



El mismo Calderón vuelve a cantar a su profesión de infante definiéndola con estos sentidos versos que aún siguen honrosamente colocados a la entrada de las actuales Compañías:

Este ejército que ves,
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mayor calidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido;

Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás,
tratando de ser lo más,
y de parecer lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría;
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.



En el reino de España, “Infante” también es aquel hijo del Rey que no es el Heredero, los Infantes de los Tercios se sentían “nobles” a través de la nobleza de su oficio.

Como dominadores de toda Europa que fueron, a veces sintieron el odio y el temor de otros pueblos que no pudiendo vencerles les crearon la “Leyenda Negra” con la que se intentaba denostarles, en ocasiones tachándoles de incultos, cosa harto incierta, pues como aun se puede comprobar, rara es la nomina de una Compañía en la que el 50% de sus soldados no están antecedidos del titulo de “Don”, hecho que indica que cuanto menos eran bachilleres, en aquellos tiempos en que las masas de población de toda Europa, España incluida, eran iletradas. También aparecen muchos nombres precedidos de “Señor” lo que indica, al menos, titulo de Hidalguía.


Esta “Gloriosa Infantería” permaneció invencible durante siglos, siendo tan solo batidos en Rocroi debido a problemas políticos, ajenos a la milicia, que les hicieron presentar batalla contra un ejército muy superior en número y en condiciones desventajosas, aun así fue una “derrota honrosa”. Entre sus muchas victorias caben destacar: la de 1.547 contra el Elector de Sajonia y la de 1.557 en S. Quintín contra Enrique II de Francia quien fue hecho preso, en 1571 derrotaron al temido ejercito Turco en Lepanto salvando antes Viena y Malta de su invasión y en 1.634 aniquilaron al fabuloso ejercito Sueco en Nordlingen.



Pero si importantes fueron los Tercios no debemos olvidar al resto de la Infantería, no menos importante que permanecía repartida por todo el Imperio, desde Las Carolinas, Las Marianas y Las Filipinas, pasando por África y llegando hasta America.



Después de un gran salto en el tiempo, con duraderos espacios de paz, y para no cansar más al lector llegamos a nuestros días, a la Guerra Civil Española (1.936-39), Guerra “Incivil” como al autor le gusta llamarla, donde la Infantería Española vuelve a tomar especial relevancia. Así durante la Campaña del Ebro dirigida por el propio General Franco, se relata la anécdota de que un General Alemán que hacia las veces de Observador, respetuosamente por que era más moderno le dijo:
-“Mi General, la Infantería Española es la mejor del mundo...”
a lo que Franco lacónicamente replicó:
-“Si, pero no olvide Vuecencia que aquellos de enfrente también son españoles”.

También está recogido que en la II Guerra Mundial, el General Jurgens, Jefe del XXXVIII Cuerpo de Ejercito Alemán, se dirigía así a sus arrogantes soldados en una arenga respecto a los Voluntarios Españoles de la División Azul:
"Si en el frente tocáis con un soldado desaliñado, sentado a la vera de un camino, cuadraos ante el y saludarlo: : ¡es un héroe!, ¡es un infante español!"


No obstante, otra característica principal de la Infantería Española es el buen humor con el que sabe vencer las calamidades y penurias del combate, de ello existen millares de anécdotas, baste como ilustración la siguiente fotografía donde se ve un Voluntario Español de la División Azul en pleno frente de Stalingrado, tomándose la guerra a guasa y aderezando ensaladillas con productos de la huerta rusa.




Para concluir se añade un articulo publicado, no hace muchos años en prensa, como Homenaje a la Infantería Española que en estos días esta venerando a su Excelsa Patrona “La Inmaculada Concepción”, el texto es de Camilo José Cela, de quien dicen que en sus tarjetas de visita gustaba de anteponer a los títulos de “Marques de Iria Flavia” y “Premio Nobel de Literatura”, el para él más honroso de “Soldado de la Infantería Española”:

A PIE Y SIN DINERO

A pie y sin un ochavo en los bolsillos, calados hasta los huesos y con el estomago frío; en la vista una nube de hielo y en el dedo que oprime el gatillo un sabañón.
El día 8 de Diciembre hace frío, mucho frío, pero nunca bastante para frenar a la Infantería, que con un trajecito de dril, derrite la nieve de los montes y la escarcha de los ríos difíciles y el hielo que oprime los corazones en desgracia.
Ningún oficio mas bonito que el de Capitán de Infantería, artesano del valor heroico, orfebre del valor estoico, que va a pie donde lo mandan con sus hombres detrás, y que a veces se queda en el camino con una bala " !Con que facilidad, Dios mío! " que le para los pulsos del corazón.
La guerra no es triste, porque levanta las almas. La guerra no es triste porque nos enseña que fuera de la Bandera, nada, ni aún la vida, importa.
La Infantería es la guerra a pie firme, la guerra cara a cara, la vida jugada a cara y cruz de la victoria y la muerte. La Infantería es la guerra a cuerpo limpio, y el Infante lidiador que lleva el espíritu armado de un estoque de fuego, como un arcángel de estrellas en la bocamanga.
La Infantería no es la materia, es el ligero y tenue soplo que vivifica.
La Infantería no es la masa, es la compañía.
La Infantería no es, a veces, ni el concierto; es siempre la canción arrebatada del solitario centinela, que canta para que el Cabo de Guardia sepa que esta vivo.
Quien no haya sido Soldado de Infantería quizá ignore que cuando el hombre se cansa, aún le faltan muchas horas y muchas leguas para cansarse. Porque el secreto de la Infantería, (nosotros estamos hablando naturalmente de la Infantería Española, la de las cornetas en el cuello de la guerrera) es el de sacar fuerzas de flaqueza y hacer de tripas corazón. Que nunca mas noble fin tuvieron, ni nada mejor pudieron servir.
Quien no haya sido Soldado de Infantería quizá ignore que cuando el hombre se lanza, cuando al hombre se le calienta la sangre, lo más difícil es pararlo y enfriarlo. Porque el otro secreto de la Infantería es el de calentar el aire con la mirada y darse cuenta de que la batalla terminó cuando el soldado creía que estaba empezando. Que nunca mejores temples se conocieron ni en más gallardo menester se emplearon.
Quien no haya sido Soldado de Infantería quizá ignore lo que es sentirse amo del mundo a pie y sin dinero.
A pie paseamos por donde quisimos, porque el que no va a pie, no se entera y os lo dice un vagabundo. Y sin dinero izamos nuestra Bandera donde nos dio la gana y donde nos mandaron, porque la victoria no es algo que se compra sino que se conquista y os lo dice un pobre.
Ningún oficio más bello que el de Infante, que lleva su casa a cuestas como el caracol y se pelea porque no admite jaques; como el león y como el gallo y como el toro. Sin medir las fuerzas (que no fuera noble presentar las batallas ganadas) y sin mirar atrás porque detrás no hay nada, absolutamente nada.
Con el frío del 8 de Diciembre se calienta nuestro corazón al pensar, como en una novia a la que quisiésemos, en la Infantería. Resuenan pífanos marciales y aún nupciales en la última y más profunda revuelta de nuestros oídos y aún se estremece, gracias a Dios, ese ultimo nervio que en los cuerpos de los bien nacidos se guarda, como oro en paño, para que vibre en las ocasiones solemnes.
COMANDANTE DE INFANTERÍA ACTUAL EN UNIFORME DE  ETIQUETA

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA MEJOR INFANTERÍA DEL MUNDO

I (PREHISTORIA, EDAD ANTIGUA y MEDIA)


Sin tener que hacer muchas especulaciones es de suponer que el “Hombre de Atapuerca”, aquellos primeros europeos de hace 1,2 millones de años, ya defendían su territorio que siguiendo el cauce del Arlanzón llegaba hasta los cerros que circundan la ciudad de Burgos, distante apenas una decena de kilómetros y donde también se han hallado asentamientos prehistóricos. Dadas sus arduísimas condiciones de vida no es difícil imaginarlos; organizados, con rudimentarias armas y a pie -desde luego- dispuestos a defender a su tribu, tributo necesario para su subsistencia de la que dependería la evolución de los pueblos europeos.

Desde estos primeros “infantes” hasta nuestros días, la Infantería Española ha sabido demostrar, en opinión de los más autorizados tratadistas que es –sin lugar a dudas- la “Mejor Infantería del Mundo”. Veamos por qué:


Míticas y legendarias fueron las infanterías Asiria, Hitita e Hicsa conquistadoras de imperios que fueron sucumbiendo sucesivamente a manos de otras infanterías más evolucionadas como las falanges griegas, de cualquiera de sus “Polis”, donde resaltaron los míticos “hoimoi” espartanos con sus legendarias gestas. Pero estas infanterías nunca llegaron a enfrentarse con españoles, aunque es posible que ya contasen, como mercenarios, con los épicos “Honderos Baleares”.

Esta primacía bélica sucumbiría con la llegada de la Falange Macedónica de Alejandro Magno con una nueva táctica basada en el predominio de empleo de la infantería ligera como los egregios “hoplitas” que casi desnudos, a veces sin su “hoplon” (escudo) y tan solo armados de su “kopis” (espada), fácilmente superaban a sus contendientes griegos. Entre aquellos hoplitas de Alejandro sobresalían los peonios, también llamados “peones”, término este último que coincide con el nombre dado a los soldados de a pie de las mesnadas castellanas medievales como más tarde veremos.

Siguiendo el hilo de las sucesivas infanterías forjadoras de imperios, llegamos a las legiones romanas portadoras de su cultura y civilización cuyos valores aun perduran. La supremacía alcanzada por este novedoso modelo de infantería se basó, en un principio, en la organización jerárquica fragmentada en unidades subordinadas. Esta estructura de “Legión Manipular” (“manipulo” era una de sus subdivisiones) fue la que hizo sucumbir a las falanges macedónicas y permitió conseguir brillantes victorias tanto en las Galias como en Britania, extendiendo rápidamente el imperio por toda Europa.


Pero la invasión romana de Hispania fue frenada por la infantería de las diferentes tribus ibéricas, -pata negra-, de aquellos iberos pobladores de ambas riberas del Ebro (“Iberus Flumen”) del que reciben su nombre y que muy probablemente eran en gran parte descendientes de aquel “Hombre de Atapuerca” como aquellos Autrigones, Bárdulos, Bascones, Caristios o Vacceos que hicieron que el propio emperador Octavio Augusto tuviera que desplazarse desde Roma hasta aquí -hasta Sasamón en la provincia de Burgos- para dirigir personalmente la guerra contra aquellas tribus que como ninguna otra antes se resistían y cuyo principal baluarte estaba en las burgalesas tierras de Amaya.


Aquellos infantes iberos estaban armados de su mítica y temible “falcata”, una novedosa espada corta pero robusta, afilada y bien equilibrada que con su golpe de corte de hacha y su punta aguzada destrozaba las defensas de los romanos quienes no tardarían en copiarla y adaptarla como su “glaudius hispaniensis”. El arma larga ibérica era el “soliferrum”, una resistente lanza cuyo hasta era imposible de partir por las “spathas” romanas ya que era toda de hierro y como defensa usaban la “caetra”, un escudo pequeño de piel curtida de carnero, redondo y liviano pero muy resistente. Estas armas, cuando un infante caía en combate, eran inutilizadas y enterradas solemnemente con él, gracias a este rito se han recuperado muchas en nuestras comarcas.


INFANTE IBERO


La novedosa táctica de combate ibérica era el hostigamiento en forma de lucha de guerrillas -aquí es donde se inventó este tipo de combate- que con audaces golpes de mano primero lanzaban potentes salvas de sus “soliferrum” con lo que lograban desorganizar las rígidas formaciones romanas para después, roto el cuadro, pasar a la lucha cuerpo a cuerpo destrozando fácilmente las corazas romanas con sus falcatas. Con el éxito obtenido y dado que no contaban con ventaja numérica, se retiraban velozmente para reorganizarse y volver a atacar cuando el factor sorpresa les fuera conveniente.

Pero el arma más poderosa con la que contaban era la “voluntad de vencer” ya que luchaban en legítima defensa de sus hogares, familias y territorios, como los heroicos Defensores de Numancia en las castellanas tierras de Soria, en contraposición con la idea de guerra de los legionarios romanos que tan solo combatían por su “salarium” (salario, pago en especie con sal que llegaba a valer su peso en oro).

Con la decadencia del Imperio Romano llegaron los Visigodos que menos hostiles e invasivos se establecieron junto a los iberos en fraternal convivencia, llegando a ser un solo pueblo, hasta que la invasión musulmana hizo nacer la Mesnada Castellana que a la vez que los Almogávares de Aragón y los Guerreros Astures iniciaron la Reconquista. Esta contienda que duro ocho siglos vio florecer la Infantería, con aquellos llamados “peones”, como ya hemos citado, que aun conservan fortalezas como en los burgaleses pueblos de Castíl de Peones o Salas de los Infantes.

La Hueste Real Castellana estaba perfectamente estructurada y conformada por: La Mesnada Realenga, Las Mesnadas Señoriales, Las Mesnadas de Cibdad y Las Órdenes Militares, su escala jerárquica comenzaba en el propio Rey quien estaba obligado, por sus propios fueros, a participar en las campañas siendo su incapacidad motivo de abdicación. Junto al Rey comandaba la Hueste el Alférez Real, cargo que desempeñó nuestro principal héroe el Cid Campeador y que mas tarde, ya en la Alta Edad Media y Moderna, sería sustituido por el cargo de Condestable de Castilla, Mando Supremo de todos los Ejércitos de España cuya sede siempre estuvo en Burgos.

La Mesnada Señorial Castellana era la que mediante “fonsadas” “apellidos” o llamamientos era reclutada por un “Comes” (conde) entre los vecinos de su circunscripción que no eran soldados, ya que no cobraban sueldo y les horripilaba la idea del mercenario, si no que se aprestaban libremente a organizarse en su propia defensa mediante aquellos apellidos, que no levas, que tan frecuentemente tuvo que hacer Fernán González “El Buen Conde” para defenderse de las “algaras” moras.


Cada mesnada, comandada por el propio comes, tenia un “Alférez” portaestandarte, un “Maiurinus” o “Merino” que a través del “Anubdator” se encargaba del alistamiento y la logística, también existían “Sayones”, “Añafiles” y “Atalayeros” destinados a transmitir las ordenes y dar la alarma haciendo sonar sus cuernos de guerra y “Servidores de Abnudas y de Almenas”, encargados de la alimentación y la fortificación, “Escoltas” para la seguridad y “Escuderos”.


ATABALERO, SPATHARIOS Y MONTERO

La fuerza estaba compuesta, en su mayoría, por Peones de Infantería al frente de los cuales estaban sus “Cabdiellos” (caudillos, capitanes), y “Almocadenes” y “Decenarios” como mandos subalternos, (estos últimos mandaban sobre diez peones lo que les haría equivalentes al sargento actual). Los peones de tropa se dividían según sus especialidades, destacando entre ellos los “Monteros”, protectores de la Real Persona como los actuales que aun proceden de aquellos “Monteros de Espinosa” de las montañas de Burgos.

Después de desalojar a los invasores, estos “Infanzones Castellanos”, casi todos procedentes del pueblo llano, llegaron a alcanzar títulos de hidalguía y nobleza como los otorgados por Alfonso XI, desde entonces y para siempre en adelante, a los hijos de la ciudad de Burgos que hubiesen colaborado en tres o más fonsadas.

En 1492, y justo después de la toma de Granada y pacificación del territorio hispano se produce el descubrimiento del “Nuevo Mundo”. En las carabelas de Colón, fletadas con dineros castellanos, viajan Unidades de aquella Infantería Española que organizada al modo de “Cuadrilleros de la Santa Hermandad”, fundados por Isabel I de Castilla, recorren a pie aquellos nuevos territorios, mezclándose con los indígenas de igual a igual, fundado ciudades y aportando nuestra cultura, lengua castellana y civilización que aun perduran.
Aquellos infantes se distribuían en “Capitanías” (compañías) que al mando de su ya Capitán reunían a más de 800 peones, compuestas de: un “Abanderado”, sobre 20 “cuadrilleros” que ejercían el mando subalterno, unos 700 “piqueros”, 80 “espingarderos”, y los correspondientes “atambores”.

INFANTE CASTELLANO ADMIRANDO UN TEMPLO ENTRE UNA MULTITUD DE INDIGENAS

Con la “Ordenanza” del Contador Mayor Alonso de Quintanilla (1.496) aparece el término “Batalla” (después batallón), para designar la agrupación de varias compañías, y sobre 1.500 con “La Infantería de la Ordenanza” los Reyes Católicos la reorganizan en: “Un tercio de picas, otro de escudados y un tercero compuesto de ballesteros y espingarderos”, Este pudiera ser el origen del término “Tercio” que después definiría a nuestros infantes.

nota) Sigue en II (de la Edad Moderna a la actualidad)