jueves, 19 de julio de 2018

EL MORITO DE BURGOS



En la fachada norte del Edificio del Teatro Principal de Burgos, subido sobre un reloj bifaz desde 1887, está el “Morito”, ese entrañable niño de tez cetrina, aunque de marcados rasgos occidentales, que con una amable sonrisa, puntual exactitud y a golpe de carillón, viene marcándonos a los burgaleses nuestros aconteceres cotidianos y nuestro lugar de cita.

Se sabe; que en nuestro Alfoz de Burgos, en el vecino pueblo de Quintaortuño, existió una familia dedicada a la fundición de campanas, siendo uno de sus sucesores D. Lesmes Villanueva, quien ya en 1840, constaba como maestro relojero especializado en la construcción de relojes de torre con patente propia y cuya empresa llegó a ser la segunda de toda España en su genero, instalando más de cien relojes, tanto en toda España como en el extranjero.

Su hijo; D. Manuel Villanueva, destacado maestro relojero y orífice, continuando con el negocio familiar, se trasladó a Burgos donde patentó un sistema regulador que conseguía mayor exactitud de los relojes de torre, instalándose en 1887 en los bajos del edificio del Teatro Principal, donde como reclamo de su negocio colocó un reloj de dos esferas rematado por un tardón o pequeño autómata que tañería tanto los cuartos, como repicaría las enteras y al que pronto los burgaleses darían en llamar “El Morito”.

Continuó la familia Villanueva con el negocio relojero, siendo reconocidos en 1905 como “Proveedores de la Real Casa”, y ampliando su comercio con relojes de pared, despertadores, de bolsillo, así como artículos de joyería y óptica, y extendiéndolo después; primero a los gramófonos y después a los receptores de radiodifusión, momento en el que sobre la tienda se funda “Radio Castilla” e instalan en 1934 la primera megafonía de nuestra Catedral de Burgos, para continuar como óptica hasta ya muy avanzado el siglo XX.

Y ésta es –en resumidas cuentas- la historia de de este Manneken Pis Burgalés, no más pequeño que el de Bruselas, pero si menos famoso por ser más humilde como buen castellano, y que por lo menos no nos mea, como el otro, y que sigue tañendo con gusto los episodios ciudadanos, cuando no se convierte en Cupido, para hacerse cómplice de citas amorosas bajo el discreto resguardo de su sombrilla  campana.


Morito pititón,
del nombre virulí,
ha revuelto con la sal,
la sal y el perejil,
perejil, don,don,
perejil don,don,
las armas son,
del nombre virulí,
del nombre virulón

Al tío Tomasón,
le gusta el perejil
en invierno y en abril,
más con la condición,
perejil don, don,
perejil don, don,
la condición,
que llene el perejil
la boca de un lechón.

Se ufana Melitón,
un vago del lugar,
de jamás anís catar,
más cuando no le ven,
perejil, don, don,
perejil, don, don,
el remolón,
se toma sin chistar
un frasco de Chinchón.

Según diversas fuentes consultadas, la canción “Morito Pititón”, aunque conocida en toda España, es una canción popular de Burgos de las que se pueden definir como de rueda o de corro infantil.

La letra de su estribillo; sin sentido aparente, parece estar compuesta como si de un acertijo se tratara, como si alguien nos hubiese dejado un enigma a la posteridad para que tratásemos de descubrir el personaje.
Para ello nos da alguna pista: “Virulí y Virulón” parecen referirse a la virula o virola que es una pieza fundamental del mecanismo de un reloj mecánico,         mientras que “perejil, don, don,” bien pudiera ser la onomatopeya del sonido de las tres campanas del Morito al repicar.

Así pues; todo parece indicar que se está refiriendo a un reloj, un reloj de nombre “Morito”, y que sepamos, tan solo existe uno; el de Burgos.

Pero todo esto; no deja de ser más que una hipótesis que siempre me rondó la cabeza y que ahora aprovecho para intentar que algún folclorista la recoja e intente investigarla con mejor éxito.

TOQUES DE CAMPANA




En los pueblos y en las ciudades, antiguamente, la vida se regía por los diversos toques de campana que efectuaba el sacristán o el campanero, si lo había, y servían tanto para anunciar un determinado culto que iba a comenzar en la Iglesia como para avisar de alguna tarea sobrevenida a realizar por los vecinos, como pudiera ser apagar un incendio. A continuación especificaremos algunos de ellos:

Tocar al alba: Se realizaba al salir el sol, y se daban sobre diez toques de campana, al fin de avisar a los vecinos la conveniencia de abandonar el lecho y comenzar las faenas cotidianas.

Tocar a maitines: Toque al amanecer para avisar de los rezos que debían efectuarse a aquellas horas.

Tocar a las horas: En algún pueblo se daba un toque cada hora, con un número determinado de campanadas según la hora que era, era lo bastante lento como para poder contar las campanadas.

Tocar a Misa: Llamar a Misa tanto los Domingos y fiestas de guardar como cuando hay alguna desacostumbrada, (véase dar las terceras). Se podían considerar tres tipos de misa: diaria, con un toque largo efectuado por una campana sola, misa dominical, que se anunciaba volteando una o más campanas, misa festiva con volteo de todas las campanas y repique.

Tocar a alzar a ver a Dios: En algún pueblo se daba este toque durante la consagración, aunque lo normal era tocar la campanilla cuando el sacerdote levantaba el cáliz y después cuando se arrodillaba.

Tocar a oraciones: En alguna otra localidad se solía recordar con este toque las diferentes rezos a realizar a lo largo del día.

Tocar al Ángelus: Era un toque breve de una sola campana que tañía doce veces para indicar la hora de las doce del mediodía, se llamaba a oración a los vecinos para recordar el misterio de la Encarnación y homenaje a la Virgen María.

Tocar a mediodía: Unas veces a las doce y otras a la una, se tocaba la campana para avisar a los vecinos de que ya era hora de dejar la labor e ir a casa a comer.

Tocar a muerto: Toque cuando había muerto algún vecino del pueblo, se solía tocar cada hora del día, hasta el comienzo del funeral y el último toque se efectuaba en el momento de dar tierra al difunto. Este era un toque lento donde se alternaban la campana aguda con la grave, en algunos sitios las llamaban “la macho y la hembra”.

Tocar clamores: Toque que se daba al terminar el de muertos para diferenciar quien había fallecido; si se daba una sola campanada, (clamor), el difunto era un hombre, mientras que si se daban dos toques se trataba de una mujer.

Tocar a Gloria: Para esto hay tres posibilidades; la primera es de cuando muere un niño o una niña, caso en el que se daban tres clamores, era un toque festivo, pues se consideraba que el niño era un alma pura, que no le había dado tiempo a pecar, por lo que entraba en el cielo inmediatamente. Por otra parte era un toque de todas las campanas repicando que se efectuaba el Sábado Santo, cuando se consideraba y festejaba que había resucitado Cristo. Y la tercera opción con volteo de todas las campanas y repique, era cuando venía el Arzobispo, o se entronizaba a un nuevo Papa.

Tocar a las ánimas: Toque de los días 1 y 2 de Noviembre; Día de los Santos y Día de difuntos, por la noche, los mozos se encargaban de tocar a muerto, cada dos horas, durante toda la noche, hecho este que se repetía a los ocho días.

Tocar a procesión: En este caso se volteaban todas las campanas desde que la imagen del santo sale de la iglesia hasta que regresa, el sonido de las campanas se entremezcla con el de los cohetes y la música que acompaña a la procesión.

Tocar a vísperas: Se volteaban las campanas al atardecer, para anunciar que al día siguiente era una fiesta importante, o la fiesta mayor del pueblo, para que las gentes preparasen y limpiasen la plaza para el baile y las calles, sobre todo por donde había de pasar la procesión, a veces el volteo terminaba, cada vez, con repiques intermitentes. Otro toque de vísperas era el de oración al atardecer, se trataba de un toque corto de una campana sola.

Tocar a gordo: Se decía por los mozos cuando habia que tornear todas las campanas con motivo de Día de Fiesta.

Tocar a Rosario: Durante el mes de Mayo (mes de María, o de las flores), durante la Cuaresma y en Noviembre, (mes de difuntos), era normal convocar a los vecinos a la iglesia para rezar el rosario, toque este que solía coincidir con el de vísperas para rezar.

Tocar a Viático: Este era un toque lento de una campana, que se efectuaba cuando el cura con el monaguillo se dirigían a la casa de un moribundo portando el Santísimo, aunque, a veces era tan solo acompañado por el toque de campanilla del acolito, en cualquier caso la gente se arrodillaba a su paso.

Tocar a Concejo: En los pueblos; cuando el Alcalde quería reunir a los vecinos para tratar o informales de algún asunto, se daba un toque rápido y corto de campana, no así en las ciudades, como en Burgos, que aquí salían los timbaleros al balcón del Ayuntamiento a tocar sus clarines, (ver tocar a concejo y los timbaleros de la ciudad de Burgos).

Tocar a perdido: Cuando se temía que alguno se había extraviado de noche, se volteaba intermitentemente una campana para ayudarle a localizar el pueblo, por el sonido, el mismo toque se hacía cuando había niebla o nevadas.

Tocar a rebusco: Este toque era para señalar a todos que ya se había acabado de vendimiar, por lo que se les autorizaba a que entrasen a las viñas a rebuscar los racimos que se hubiesen quedado en las cepas.

Tocar a bueyada: Era un toque corto de una campana, y al terminar este se indicaba con uno, dos, o tres campanadas, el término donde podían ir a pastar las parejas de bueyes al día siguiente.

Tocar a rebato: Se trataba de un toque de alarma, para señalar o prevenir de un peligro, era un toque rápido y alarmante de una campana con el que se traba de congregar a los vecinos para responder a la peligrosa eventualidad.

Tocar a quema: Este era un toque de campana largo y rápido, convocando a acudir al incendio para apagarlo, y al oírlo, los vecinos, todos, se acercaban provistos de calderos para hacer la cadena de transporte de agua, mientras que si el humo se divisaba en el monte, solo acudían los varones provistos de hachas.

Tocar a tentenublo: Este toque se efectuaba con todas las campanas a su máxima potencia, para tratar de parar con su sonido una tormenta y así diluir los granizos o rayos que pudieran descargar. El sonido de las campanas se solían acompañar con unas letrillas: “Tente, nublo, / tente tú ,/ que Dios puede / más que tú”. O esta otra: “Tente nublo, / tente tu, / tente, / tente, / que no mates a la gente, / que no mates al pastor, / que no mates las ovejas de San Antón”.

Tocar a yelo: Tocar a hielo, para evitar las heladas que pudieran aniquilar los campos y sembrados.