jueves, 12 de junio de 2008

GARRUDO



Muy pocos animales han tenido el privilegio de pasar a la historia; normalmente han sido los caballos, como Bucefalo, Marengo o Babieca, los que han entrado de las riendas de sus gloriosos jinetes a las páginas de la inmortalidad.

Lo raro es encontrar otro tipo de animales que por su distinguido comportamiento hayan alcanzado, ellos solos, esta prerrogativa como es el caso del noble bruto que hoy nos ocupa.

Si buceamos en los fondos documentales de la Catedral de Burgos, encontraremos la singular historia de “Garrudo”, un buey castellano de los de aquellos cabestreros de la Real Cabaña que aún tienen calle y barrio en la Cabeza de Castilla.

“Garrudo” era el más fuerte y el más dócil, por lo que hacia de “guía” de la boyada que se encargaba de transportar esa mole de jaspe que está situada justo al lado del magnifico sepulcro de los fundadores de la Capilla de los Condestables, esta enorme piedra de unas 10 toneladas de peso estaba destinada para soportar el bulto yaciente de D. Iñigo Fernández de Velasco, IV Condestable de Castilla, y que aún aparece vacía pues se sepultó a este en Medina de Pomar.

CAPILLA DE LOS CONDESTABLES,
a la izquierda del bulto yaciente se aprecia la roca de jaspe que se comenta

Para la esforzada maniobra de introducir la voluminosa roca en la Catedral hubo que recurrir a hacer una rampa en la escalera del Sarmental para que los bueyes la arrastraran sobre rodillos, la complicada operación fue seguida por muchos vecinos y por el propio Condestable.

Cuando ya casi habían conseguido su propósito, el desmedido peso venció a los cansados animales que se veían arrastrados ante la desesperación y gritos de sus conductores. Tan solo “Garrudo” consiguió, clavando sus rodillas en tierra, y entre aplausos del publico, que la descomunal losa no se deslizase por la pendiente causando accidentes entre la arremolinada población.

Una vez puestas las cuñas se acercó el Condestable comprobando que el corajudo animal sangraba abundantemente por el hocico debido al fenomenal esfuerzo que había soportado:


- ¿Cómo llamáis a este buey?

- “Garrudo”, señor

- Pues desuncidle y desde hoy determino que no trabaje más y que paste a su albedrío sin ser molestado por naide.

De esta forma “Garrudo” pasó a la historia siendo respetado, admirado y celebrado por los vecinos de Burgos que desde entonces le dejaron pastar libremente en todos sus predios.

Esta pequeña “historia”, real por cierto, no viene más a cuento que significar que en esta Castilla nuestra, cuando de esfuerzos comunes se trata, hasta el más bruto o el más manso sabe sacar arrojo, aunque no siempre se les recompense como a “Garrudo” que, por otra parte, pudo ser el primer prejubilado, ahora que lo pienso. Además cuando le relaté esta anécdota a un amigo me comentó: “No, si es que en Castilla, en apuradas situaciones, hasta los mansos le echamos dos cojones”. Allá él.