El presente episodio es totalmente histórico y veraz, tal y como el lector avezado podrá comprobar en las diversas crónicas, tanto castellanas como francesas e inglesas, que aquí obviamos por su extensión, limitándonos a narrar los hechos en un lenguaje actual para su mejor comprensión.
Corrían los tiempos de Pedro I; Rey legitimo de Castilla, natural y vecino de Burgos, cuando su hermano bastardo; Enrique de Trastamara, intentaba arrebatarle el trono; acudiendo para ello a la ayuda del Reino de Francia quien le envió, no sin intereses, un formidable ejercito, las “Compañías Blancas” al mando de Bertrán Dugesclin.
El Rey Don Pedro se entrevista con el Príncipe Negro (ilustración de un códice inglés)
El 23 de Septiembre de 1366, Pedro I otorga en Libornia, ante el notario apostólico Juan de Londiniis, un documento mediante el cual se compromete a pagar al Príncipe de Gales la sustanciosa cantidad de quinientos cincuenta mil florines si este le ayuda con sus tropas en la contienda.
Después de conseguir la victoria en la batalla de Najera, donde las tropas inglesas no tuvieron especial relevancia, el Príncipe Negro, como le denominan las viejas crónicas al de Gales, muestra prisas por cobrar; sabiendo la falta de liquidez del Rey de Castilla, inmerso en economía de guerra. En este orden de cosas la pretensión del inglés era que si no podía pagarle en ese momento le entregase la soberanía del Señorío de Vizcaya y el puerto de Castro Urdiales, ambos entonces Reino de Castilla, para salvar la deuda.
Batalla de Nájera (miniatura miniada de una crónica castellana)
Con este anhelo de cobranza llegan los ingleses a Burgos, a entrevistarse con el Rey, instalándose el Príncipe de Gales en las Huelgas y su hermano, el Duque de Lancaster (al que los castellanos llamaban “Alancastre”), se hospeda en el Convento de San Pablo; de igual modo, y como soterrada medida de presión, las tropas británicas se instalan en las villas circundantes no alejadas más de cinco leguas y además exigen, no sin recelo, que se les entregue una de las puertas de la ciudad, la de San Pablo, aduciendo la seguridad del Príncipe.
El 2 de Mayo de 1367, en medio de un solemne acto celebrado ante el altar mayor de la Catedral, los ingleses reclaman la deuda ante el Rey Don Pedro, quien reconoce no poder satisfacerla en ese momento, pero se compromete a abonarla a la mayor brevedad, jurando ante los Santos Evangelios, “que corporalmente toca con su mano”. Los ingleses reiteran su pretensión sobre Vizcaya, que era, sin duda, lo que más les interesaba para reafirmar sus ansias imperialistas sobre el resto de Europa, además de la ventaja estratégica de contar con importantes puertos a uno y otro lado del Cantábrico.
Dilatado el plazo y ante la premura del pago, el Rey recurre a la nobleza, clerecía, comerciantes y pueblo de Burgos, quienes sin escatimar esfuerzos, logran reunir la cuantiosa cifra de florines, logrando de este modo que aquellos importantes puertos y territorios castellanos no pasasen a manos británicas con lo que ello pudiese haber significado en el avenir de los siglos.