miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA MEJOR INFANTERÍA DEL MUNDO

I (PREHISTORIA, EDAD ANTIGUA y MEDIA)


Sin tener que hacer muchas especulaciones es de suponer que el “Hombre de Atapuerca”, aquellos primeros europeos de hace 1,2 millones de años, ya defendían su territorio que siguiendo el cauce del Arlanzón llegaba hasta los cerros que circundan la ciudad de Burgos, distante apenas una decena de kilómetros y donde también se han hallado asentamientos prehistóricos. Dadas sus arduísimas condiciones de vida no es difícil imaginarlos; organizados, con rudimentarias armas y a pie -desde luego- dispuestos a defender a su tribu, tributo necesario para su subsistencia de la que dependería la evolución de los pueblos europeos.

Desde estos primeros “infantes” hasta nuestros días, la Infantería Española ha sabido demostrar, en opinión de los más autorizados tratadistas que es –sin lugar a dudas- la “Mejor Infantería del Mundo”. Veamos por qué:


Míticas y legendarias fueron las infanterías Asiria, Hitita e Hicsa conquistadoras de imperios que fueron sucumbiendo sucesivamente a manos de otras infanterías más evolucionadas como las falanges griegas, de cualquiera de sus “Polis”, donde resaltaron los míticos “hoimoi” espartanos con sus legendarias gestas. Pero estas infanterías nunca llegaron a enfrentarse con españoles, aunque es posible que ya contasen, como mercenarios, con los épicos “Honderos Baleares”.

Esta primacía bélica sucumbiría con la llegada de la Falange Macedónica de Alejandro Magno con una nueva táctica basada en el predominio de empleo de la infantería ligera como los egregios “hoplitas” que casi desnudos, a veces sin su “hoplon” (escudo) y tan solo armados de su “kopis” (espada), fácilmente superaban a sus contendientes griegos. Entre aquellos hoplitas de Alejandro sobresalían los peonios, también llamados “peones”, término este último que coincide con el nombre dado a los soldados de a pie de las mesnadas castellanas medievales como más tarde veremos.

Siguiendo el hilo de las sucesivas infanterías forjadoras de imperios, llegamos a las legiones romanas portadoras de su cultura y civilización cuyos valores aun perduran. La supremacía alcanzada por este novedoso modelo de infantería se basó, en un principio, en la organización jerárquica fragmentada en unidades subordinadas. Esta estructura de “Legión Manipular” (“manipulo” era una de sus subdivisiones) fue la que hizo sucumbir a las falanges macedónicas y permitió conseguir brillantes victorias tanto en las Galias como en Britania, extendiendo rápidamente el imperio por toda Europa.


Pero la invasión romana de Hispania fue frenada por la infantería de las diferentes tribus ibéricas, -pata negra-, de aquellos iberos pobladores de ambas riberas del Ebro (“Iberus Flumen”) del que reciben su nombre y que muy probablemente eran en gran parte descendientes de aquel “Hombre de Atapuerca” como aquellos Autrigones, Bárdulos, Bascones, Caristios o Vacceos que hicieron que el propio emperador Octavio Augusto tuviera que desplazarse desde Roma hasta aquí -hasta Sasamón en la provincia de Burgos- para dirigir personalmente la guerra contra aquellas tribus que como ninguna otra antes se resistían y cuyo principal baluarte estaba en las burgalesas tierras de Amaya.


Aquellos infantes iberos estaban armados de su mítica y temible “falcata”, una novedosa espada corta pero robusta, afilada y bien equilibrada que con su golpe de corte de hacha y su punta aguzada destrozaba las defensas de los romanos quienes no tardarían en copiarla y adaptarla como su “glaudius hispaniensis”. El arma larga ibérica era el “soliferrum”, una resistente lanza cuyo hasta era imposible de partir por las “spathas” romanas ya que era toda de hierro y como defensa usaban la “caetra”, un escudo pequeño de piel curtida de carnero, redondo y liviano pero muy resistente. Estas armas, cuando un infante caía en combate, eran inutilizadas y enterradas solemnemente con él, gracias a este rito se han recuperado muchas en nuestras comarcas.


INFANTE IBERO


La novedosa táctica de combate ibérica era el hostigamiento en forma de lucha de guerrillas -aquí es donde se inventó este tipo de combate- que con audaces golpes de mano primero lanzaban potentes salvas de sus “soliferrum” con lo que lograban desorganizar las rígidas formaciones romanas para después, roto el cuadro, pasar a la lucha cuerpo a cuerpo destrozando fácilmente las corazas romanas con sus falcatas. Con el éxito obtenido y dado que no contaban con ventaja numérica, se retiraban velozmente para reorganizarse y volver a atacar cuando el factor sorpresa les fuera conveniente.

Pero el arma más poderosa con la que contaban era la “voluntad de vencer” ya que luchaban en legítima defensa de sus hogares, familias y territorios, como los heroicos Defensores de Numancia en las castellanas tierras de Soria, en contraposición con la idea de guerra de los legionarios romanos que tan solo combatían por su “salarium” (salario, pago en especie con sal que llegaba a valer su peso en oro).

Con la decadencia del Imperio Romano llegaron los Visigodos que menos hostiles e invasivos se establecieron junto a los iberos en fraternal convivencia, llegando a ser un solo pueblo, hasta que la invasión musulmana hizo nacer la Mesnada Castellana que a la vez que los Almogávares de Aragón y los Guerreros Astures iniciaron la Reconquista. Esta contienda que duro ocho siglos vio florecer la Infantería, con aquellos llamados “peones”, como ya hemos citado, que aun conservan fortalezas como en los burgaleses pueblos de Castíl de Peones o Salas de los Infantes.

La Hueste Real Castellana estaba perfectamente estructurada y conformada por: La Mesnada Realenga, Las Mesnadas Señoriales, Las Mesnadas de Cibdad y Las Órdenes Militares, su escala jerárquica comenzaba en el propio Rey quien estaba obligado, por sus propios fueros, a participar en las campañas siendo su incapacidad motivo de abdicación. Junto al Rey comandaba la Hueste el Alférez Real, cargo que desempeñó nuestro principal héroe el Cid Campeador y que mas tarde, ya en la Alta Edad Media y Moderna, sería sustituido por el cargo de Condestable de Castilla, Mando Supremo de todos los Ejércitos de España cuya sede siempre estuvo en Burgos.

La Mesnada Señorial Castellana era la que mediante “fonsadas” “apellidos” o llamamientos era reclutada por un “Comes” (conde) entre los vecinos de su circunscripción que no eran soldados, ya que no cobraban sueldo y les horripilaba la idea del mercenario, si no que se aprestaban libremente a organizarse en su propia defensa mediante aquellos apellidos, que no levas, que tan frecuentemente tuvo que hacer Fernán González “El Buen Conde” para defenderse de las “algaras” moras.


Cada mesnada, comandada por el propio comes, tenia un “Alférez” portaestandarte, un “Maiurinus” o “Merino” que a través del “Anubdator” se encargaba del alistamiento y la logística, también existían “Sayones”, “Añafiles” y “Atalayeros” destinados a transmitir las ordenes y dar la alarma haciendo sonar sus cuernos de guerra y “Servidores de Abnudas y de Almenas”, encargados de la alimentación y la fortificación, “Escoltas” para la seguridad y “Escuderos”.


ATABALERO, SPATHARIOS Y MONTERO

La fuerza estaba compuesta, en su mayoría, por Peones de Infantería al frente de los cuales estaban sus “Cabdiellos” (caudillos, capitanes), y “Almocadenes” y “Decenarios” como mandos subalternos, (estos últimos mandaban sobre diez peones lo que les haría equivalentes al sargento actual). Los peones de tropa se dividían según sus especialidades, destacando entre ellos los “Monteros”, protectores de la Real Persona como los actuales que aun proceden de aquellos “Monteros de Espinosa” de las montañas de Burgos.

Después de desalojar a los invasores, estos “Infanzones Castellanos”, casi todos procedentes del pueblo llano, llegaron a alcanzar títulos de hidalguía y nobleza como los otorgados por Alfonso XI, desde entonces y para siempre en adelante, a los hijos de la ciudad de Burgos que hubiesen colaborado en tres o más fonsadas.

En 1492, y justo después de la toma de Granada y pacificación del territorio hispano se produce el descubrimiento del “Nuevo Mundo”. En las carabelas de Colón, fletadas con dineros castellanos, viajan Unidades de aquella Infantería Española que organizada al modo de “Cuadrilleros de la Santa Hermandad”, fundados por Isabel I de Castilla, recorren a pie aquellos nuevos territorios, mezclándose con los indígenas de igual a igual, fundado ciudades y aportando nuestra cultura, lengua castellana y civilización que aun perduran.
Aquellos infantes se distribuían en “Capitanías” (compañías) que al mando de su ya Capitán reunían a más de 800 peones, compuestas de: un “Abanderado”, sobre 20 “cuadrilleros” que ejercían el mando subalterno, unos 700 “piqueros”, 80 “espingarderos”, y los correspondientes “atambores”.

INFANTE CASTELLANO ADMIRANDO UN TEMPLO ENTRE UNA MULTITUD DE INDIGENAS

Con la “Ordenanza” del Contador Mayor Alonso de Quintanilla (1.496) aparece el término “Batalla” (después batallón), para designar la agrupación de varias compañías, y sobre 1.500 con “La Infantería de la Ordenanza” los Reyes Católicos la reorganizan en: “Un tercio de picas, otro de escudados y un tercero compuesto de ballesteros y espingarderos”, Este pudiera ser el origen del término “Tercio” que después definiría a nuestros infantes.

nota) Sigue en II (de la Edad Moderna a la actualidad)

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