Jerónimo Merino y Cob nació el 30 de Septiembre de 1769 en Villoviado, un pueblecito muy cerca de Lerma, (Burgos). De su infancia y juventud no se sabe mucho, solo que era hijo de una familia de labradores y que como otros muchos cursó estudios eclesiásticos. A los 18 años es llamado a filas en el Regimiento Provincial de Burgos donde adquiere conocimientos militares. A la muerte del cura titular de su pueblo vuelve a el, retomando la carrera sacerdotal como párroco.
Ejerciendo su Sagrado Ministerio estaba; cuando vio por el Camino Real de Madrid, por la actual N-I que aún sigue cruzando su comarca, como el arrogante Ejercito Francés ocupaba nuestros territorios no sin abusos a la población. Él mismo no tardó en ser una víctima de aquellos abusos; sucedió que se presentaron en su pueblo tropas francesas para requisar ganado; el cura como es lógico, trató de defender a sus feligreses que necesitaban las bestias para su trabajo, esta protesta causó la indignación de los franceses que en represalia y como burla le obligaron a transportar, delante de las tropas, los tambores y trompetas de la banda mientras era conducido preso a Lerma, una vez allí pudo escapar, naciendo en ese momento el guerrillero que haría estremecer al propio Napoleón.
D. Jerónimo en realidad era un intelectual que como muchos sacerdotes de la época poseía grandes cualidades de cazador, afición que además de practicar el tiro, le dio conocimientos precisos del entorno, astucia y paciencia para acosar a sus presas y aún se recuerda su habilidad para cazar perdices al vuelo de un solo tiro y a galope de caballo. Por otra parte, no hay que olvidar que la lucha de guerrillas es un invento español muy desarrollado en la provincia de Burgos, donde ya se consideran acciones de este tipo de los pobladores prerromanos, en las Guerras Cantabras, contra las poderosísimas legiones romanas, hechos estos que conocía bien nuestro cura a través de la lectura de los clásicos.
A finales de 1808 ya cuenta con una partida de 2000 hombres que con sus audacias traen en jaque al ejército francés como nos relatan Baroja y Avinareta, quien luchó junto a su partida en el Escuadrón del Brigante. Pronto desarrolló tácticas de este tipo de lucha sin abandonar nada a la improvisación; atacaba audazmente cuando podía y desaparecía como por encanto sin dar tiempo a la reacción francesa ya que para poder exfiltrarse después de sus acciones, cada guerrillero suyo llevaba dos caballos, uno de refresco.
Muy pronto formó una autentica milicia con sus respectivos cuadros de mandos y gracias a adhesiones inquebrantables de otros curas y sus feligreses, logró montar una importante red de correos y espionaje que le hacían adelantarse a los movimientos del contrario, aprovechando así el factor sorpresa.
En 1810 ya comandaba el Regimiento de Caballería de los Húsares Voluntarios de Burgos, y el Regimiento de Infantería de Arlanza. En estos tiempos ya se enfrenta victorioso contra importantes destacamentos franceses como el ataque ocurrido en Hontoria de Valdearados en el que aún llaman desde entonces “El Valle de los Franceses” o como el de Quintana del Puente donde se hizo con un gran convoy de armamento y bagajes que sirvieron para reforzar a otras partidas como la del Empecinado o la del Padre Juan Marín “El Monje de Arlanza”.
Ya nombrado Coronel por la Junta Suprema emprende acciones de fuerza; dando batalla, como la de Barbadillo donde hizo sucumbir a un importantísimo número de enemigos llegando a apresar un batallón entero de polacos, hechos estos que hacen que el Mariscal Rocquet con todo su Cuerpo de Ejercito se dedique a combatirle, lo que provoca que retomen las formas de acción guerrilleras como cuando en la Noche de Reyes de 1813 atacan el Hornabeque del Cerro de S. Miguel como efecto de diversión para mientras tanto; disfrazados de franceses, apoderarse del inmediato Castillo de Burgos causando numerosísimas bajas.
Este tipo de actuaciones, consiguieron hacer sucumbir la moral del ejercito francés, que no estaba acostumbrado a este tipo de guerra, también consiguieron poner nervioso al mismo Napoleón, quien llegó a exclamar en Burgos: ¡Prefiero la cabeza de ese cura, que cuatro ciudades españolas!.
Tan importantes fueron estos guerrilleros, que fueron reconocidos como soldados del Ejercito Español, el propio Cura Merino; dos veces Laureado, es ascendido al terminar la guerra al empleo de Brigadier, fue nombrado Gobernador Militar de Burgos, y después ascendió a Teniente General, logrando los mayores reconocimientos militares. Está enterrado en Lerma.
Ejerciendo su Sagrado Ministerio estaba; cuando vio por el Camino Real de Madrid, por la actual N-I que aún sigue cruzando su comarca, como el arrogante Ejercito Francés ocupaba nuestros territorios no sin abusos a la población. Él mismo no tardó en ser una víctima de aquellos abusos; sucedió que se presentaron en su pueblo tropas francesas para requisar ganado; el cura como es lógico, trató de defender a sus feligreses que necesitaban las bestias para su trabajo, esta protesta causó la indignación de los franceses que en represalia y como burla le obligaron a transportar, delante de las tropas, los tambores y trompetas de la banda mientras era conducido preso a Lerma, una vez allí pudo escapar, naciendo en ese momento el guerrillero que haría estremecer al propio Napoleón.
D. Jerónimo en realidad era un intelectual que como muchos sacerdotes de la época poseía grandes cualidades de cazador, afición que además de practicar el tiro, le dio conocimientos precisos del entorno, astucia y paciencia para acosar a sus presas y aún se recuerda su habilidad para cazar perdices al vuelo de un solo tiro y a galope de caballo. Por otra parte, no hay que olvidar que la lucha de guerrillas es un invento español muy desarrollado en la provincia de Burgos, donde ya se consideran acciones de este tipo de los pobladores prerromanos, en las Guerras Cantabras, contra las poderosísimas legiones romanas, hechos estos que conocía bien nuestro cura a través de la lectura de los clásicos.
A finales de 1808 ya cuenta con una partida de 2000 hombres que con sus audacias traen en jaque al ejército francés como nos relatan Baroja y Avinareta, quien luchó junto a su partida en el Escuadrón del Brigante. Pronto desarrolló tácticas de este tipo de lucha sin abandonar nada a la improvisación; atacaba audazmente cuando podía y desaparecía como por encanto sin dar tiempo a la reacción francesa ya que para poder exfiltrarse después de sus acciones, cada guerrillero suyo llevaba dos caballos, uno de refresco.
Muy pronto formó una autentica milicia con sus respectivos cuadros de mandos y gracias a adhesiones inquebrantables de otros curas y sus feligreses, logró montar una importante red de correos y espionaje que le hacían adelantarse a los movimientos del contrario, aprovechando así el factor sorpresa.
En 1810 ya comandaba el Regimiento de Caballería de los Húsares Voluntarios de Burgos, y el Regimiento de Infantería de Arlanza. En estos tiempos ya se enfrenta victorioso contra importantes destacamentos franceses como el ataque ocurrido en Hontoria de Valdearados en el que aún llaman desde entonces “El Valle de los Franceses” o como el de Quintana del Puente donde se hizo con un gran convoy de armamento y bagajes que sirvieron para reforzar a otras partidas como la del Empecinado o la del Padre Juan Marín “El Monje de Arlanza”.
Ya nombrado Coronel por la Junta Suprema emprende acciones de fuerza; dando batalla, como la de Barbadillo donde hizo sucumbir a un importantísimo número de enemigos llegando a apresar un batallón entero de polacos, hechos estos que hacen que el Mariscal Rocquet con todo su Cuerpo de Ejercito se dedique a combatirle, lo que provoca que retomen las formas de acción guerrilleras como cuando en la Noche de Reyes de 1813 atacan el Hornabeque del Cerro de S. Miguel como efecto de diversión para mientras tanto; disfrazados de franceses, apoderarse del inmediato Castillo de Burgos causando numerosísimas bajas.
Este tipo de actuaciones, consiguieron hacer sucumbir la moral del ejercito francés, que no estaba acostumbrado a este tipo de guerra, también consiguieron poner nervioso al mismo Napoleón, quien llegó a exclamar en Burgos: ¡Prefiero la cabeza de ese cura, que cuatro ciudades españolas!.
Tan importantes fueron estos guerrilleros, que fueron reconocidos como soldados del Ejercito Español, el propio Cura Merino; dos veces Laureado, es ascendido al terminar la guerra al empleo de Brigadier, fue nombrado Gobernador Militar de Burgos, y después ascendió a Teniente General, logrando los mayores reconocimientos militares. Está enterrado en Lerma.
Para terminar una recomendación: Ha sucedido en varias ocasiones que se confunde a este “Cura Merino”, con un franciscano llamado Martín Merino, quien fue un pobre loco que intentó asesinar; mucho mas tarde en 1852, a Isabel II quien se salvó de una cuchillada gracias a las ballenas de su corsé. No tienen nada que ver uno con otro, solamente la coincidencia del apellido y la condición eclesiástica de ambos, que sirva esta advertencia para que no caigamos en el error de denostar la figura de uno de nuestros mayores héroes.
Tambien fue carlista y combatio en la Primera guerra carlista.
ResponderEliminarSaludos